Escrito por John C. Pinheiro y Michael Matheson Miller para el Instituto Acton. Publicado originalmente el 21 de abril.
Traducción del Instituto Fe y Libertad.
En nombre de nuestros colegas, familias y amigos del Instituto Acton en Estados Unidos y Roma, expresamos nuestro sentido dolor y nuestro compromiso para rezar por el eterno descanso del alma del papa Francisco, el sumo pontífice número 266 de la Iglesia universal, quien falleció hoy a la edad de 88 años, durante el decimotercer año de su papado, el cual comenzó el 13 de marzo de 2013. También rezamos hoy por los electores cardenales para que puedan discernir con sabiduría, con el Espíritu Santo, al seleccionar a un sucesor santo y sabio de Pedro durante el próximo cónclave.
En febrero de 2013, Benedicto XVI sorprendió al mundo cuando anunció que pronto se retiraría. Este acto tenía pocos precedentes en la historia de la Iglesia. La última renuncia papal ocurrió en 1415, no como un acto de singular humildad, sino como la solución al Gran Cisma de Occidente, durante el cual tres hombres reclamaban la silla de Pedro.
El cónclave de 2013 también contenía una sorpresa, pues fue más allá de Europa por primera vez en muchos siglos, y por primera vez, llegó a las Américas. La elección del cardenal Jorge Mario Bergoglio, el arzobispo de Buenos Aires, Argentina, quien era prácticamente desconocido para muchos católicos, a pesar de haber sido uno de los principales contendientes en el cónclave de 2005 que eligió al cardenal Joseph Ratzinger. En otra primicia, el cardenal Bergoglio era miembro de la Sociedad de Jesús, más conocida como los jesuitas.
Es, por supuesto, demasiado pronto para medir el legado del papa Francisco. Pero podemos identificar tres áreas clave de énfasis, y cada una toca sobre la libertad y la dignidad de la persona humana: la atención especial que otorgó a la pobreza, su crítica del «colonialismo ideológico» y su continuidad, con Benedicto XVI, en conectar la dignidad de la persona con su ambiente natural.
Cuidado por la viuda y el huérfano
Una de las principales contribuciones del pontificado del papa Francisco fue reavivar entre los católicos la conciencia por los pobres, los excluidos y los oprimidos.
Santiago escribe en su epístola que la «religión pura» consiste en «cuidar de los huérfanos y las viudas en sus tribulaciones y mantenerse incontaminado del mundo». San Juan Pablo II desafió la ideología comunista y la revolución sexual, y llamó a la Iglesia a «no tener miedo» y a no «conformarse con el mundo». Benedicto XVI, en su defensa de la razón y la libertad humana y su crítica al cientificismo y la tecnocracia, nos llamó a renovar nuestra mente. El papa Francisco subrayó que la religión pura debe incluir el cuidado de los excluidos y los oprimidos. Quería incluir a los marginados en el mercado económico, para que pudieran florecer espiritual y materialmente.
En 2009, como arzobispo de Buenos Aires, Francisco dijo que «no se puede responder verdaderamente al desafío de erradicar la exclusión y la pobreza si los pobres siguen siendo objetos, destinatarios de la acción del Estado y de otras organizaciones en un sentido paternalista y asistencialista, en lugar de sujetos». La inclusión significaría que «el Estado y la sociedad generen condiciones sociales que promuevan y resguarden sus derechos y les permitan construir su propio destino» como personas libres creadas a imagen y semejanza de Dios.
Como pontífice, Francisco siguió hablando con claridad sobre la necesidad de la justicia: dar a cada uno lo que le corresponde. Le preocupaban los efectos negativos del capitalismo, llegando incluso a llamarlo «el estiércol del diablo». En el Acton Institute tenemos una visión mucho más positiva de las economías de mercado que la del papa Francisco, pero como ha explicado nuestro colega Alejandro Chafuen, argentino y firme defensor de los mercados libres, algunas de las críticas de Francisco al capitalismo tenían fundamento. Su experiencia del capitalismo era la que había visto en su Argentina natal, donde grandes corporaciones internacionales recibían privilegios y favores especiales del Gobierno. Había sido testigo de la estancación económica y la pobreza causadas por esta alianza entre el Estado y las empresas, que excluía a los pobres, desplazaba a la sociedad civil y conducía a una distribución desigual de la riqueza y de la libertad económica.
Aquí el papa Francisco hizo eco del papa san Juan Pablo II en Centesimus annus, quien escribió:
Si por «capitalismo» se entiende un sistema en el que la libertad en el sector económico no está circunscrita dentro de un sólido marco jurídico que la coloque al servicio de la libertad humana en su totalidad, y que la considere como un aspecto particular de dicha libertad, cuyo núcleo es ético y religioso, entonces la respuesta es ciertamente negativa.
Este «capitalismo» desprecia los derechos de propiedad privada, ignora el Estado de derecho, mercantiliza todo —incluso a la persona humana— y excluye a las personas para mantenerlas en la pobreza.
Sin duda, Francisco era menos entusiasta respecto al potencial de los mercados libres y competitivos que san Juan Pablo II. Esto es lamentable, porque las economías de mercado libres y competitivas, basadas en el Estado de derecho, el respeto por la propiedad privada, la creatividad humana y la iniciativa individual, crean las condiciones de inclusión que Francisco deseaba. No obstante, las advertencias del papa sobre el consumismo, la injusticia económica y el «paradigma tecnocrático» que prioriza la adquisición material sobre otros bienes eran necesarias. Como dijo san Juan Pablo II, el principal fracaso del socialismo no fue económico ni político, sino «de carácter antropológico». Su visión defectuosa de la persona humana consideraba a los individuos como átomos en un colectivo: manipulables, descartables y no libres. Estos son los mismos desafíos —la pérdida de lo que significa ser persona humana— que amenazan al capitalismo hoy.
Nosotros albergamos sinceras críticas sobre cómo el papa Francisco entendía las economías de mercado, pero las mismas pertenecen al ámbito de la prudencia. Los buenos cristianos pueden discrepar sobre la mejor manera de organizar una economía o aliviar la pobreza material. El Catecismo de la Iglesia Católica y el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia son claros en este punto. Podemos debatir sobre los medios para alcanzar nuestro objetivo común. Pero lo que los cristianos no pueden debatir es si debemos o no cuidar a los pobres, porque hacerlo es parte de la misión evangélica de la Iglesia.
Colonización ideológica
El papa Francisco también habló con elocuencia sobre los peligros de la «colonización ideológica». En un discurso en Filipinas, en enero de 2015, dijo:
Hay formas de colonización ideológica que buscan destruir a la familia… Mientras que demasiadas personas viven en una pobreza extrema, otras están atrapadas en el materialismo y estilos de vida que destruyen la vida familiar y las más básicas exigencias de la moral cristiana. Estas son formas de colonización ideológica. La familia también está amenazada por esfuerzos crecientes de algunos por redefinir la institución misma del matrimonio, por el relativismo, por la cultura de lo efímero, por la falta de apertura a la vida… Toda amenaza a la familia es una amenaza para la sociedad misma. El futuro de la humanidad —como decía con frecuencia san Juan Pablo II— pasa por la familia (cf. Familiaris Consortio, 85). El futuro pasa por la familia. ¡Así que protejan a sus familias!
Y en la Asamblea General de las Naciones Unidas en septiembre de 2015, Francisco advirtió sobre «la colonización ideológica por la imposición de modelos y estilos de vida anómalos que son ajenos a la identidad de los pueblos y, en definitiva, irresponsables».
La persona humana necesita libertad para ejercer su iniciativa y capacidades creativas; libertad para adorar a Dios en espíritu y verdad; libertad para cuidar de su familia y educar a sus hijos. En otras palabras, como decía lord Acton y repetía con frecuencia san Juan Pablo II: libertad para hacer lo que se debe.
Cuidar nuestra casa común
Aún más famoso, quizás, fue el llamado del papa Francisco a cuidar de «nuestra casa común», como llamó a la Tierra en Laudato si’. Los movimientos ecologistas quisieron apropiarse de este Francisco como uno de los suyos. Sin embargo, su principal error fue pensar al papa en categorías políticas. A diferencia de los partidos verdes seculares, a menudo de crecimiento cero, pero al igual que sus predecesores en la Sede de Pedro (recordemos que a Benedicto XVI también lo llamaban el «papa Verde»), el papa Francisco nunca trató a la persona humana como una plaga sobre la Tierra. Llamó al aborto «homicida» y lo comparó con «contratar a un sicario».
Como escribió en Laudato si’:
Preocupa que, cuando algunos movimientos ecológicos defienden la integridad del ambiente, exigiendo con razón ciertos límites a la investigación científica, no apliquen esos mismos principios a la vida humana. Hay una tendencia a justificar que se traspasen todos los límites cuando se experimenta con embriones humanos vivos.
Esta ecología humana y ambiental integrada continúa el trabajo de Benedicto XVI, quien vinculó la preocupación por el ambiente con la dignidad de la persona humana. En Caritas in veritate, Benedicto XVI escribió:
Si falta el respeto al derecho a la vida y a una muerte natural, si la concepción, la gestación y el nacimiento del ser humano se hacen artificiales, si se sacrifican embriones humanos a la investigación, la conciencia de la sociedad acaba perdiendo el concepto de ecología humana y, con ello, también el de ecología ambiental.
Francisco argumentó en Laudato si’ que necesitamos «un enfoque integral para combatir la pobreza, devolver la dignidad a los excluidos y, al mismo tiempo, proteger la naturaleza».
La aceptación de nuestro cuerpo como don de Dios es vital para acoger y aceptar el mundo entero como regalo del Padre y como nuestra casa común; mientras que pensar que gozamos de un poder absoluto sobre nuestro propio cuerpo, muchas veces de manera sutil, se convierte en pensar que gozamos de un poder absoluto sobre la creación.
El hombre no es ni plaga ni salvador ni demonio. Es un pecador que puede causar un gran daño o un gran bien. Lo más importante es que ha sido creado para ser una bendición que completa la creación y le añade valor a través de su intelecto y su trabajo. En palabras del papa san Pablo VI, en Populorum progressio, la historia de la creación en el Génesis: «nos enseña que toda la creación es para el hombre, que ha sido encargado de darle sentido mediante su actividad inteligente, de completarla y perfeccionarla con su propio esfuerzo y para su propio beneficio».
El papa Francisco condenó lo que llamó el «paradigma tecnocrático» en parte porque su visión de la persona humana no deja lugar para el cocreador y actor inteligente descrito por san Pablo VI. Este paradigma ignora la dignidad humana, así como la realidad del pecado, al tratar todos los desafíos como problemas técnicos inmanentes que deben ser resueltos, y a las personas como objetos que deben ser diseñados y manipulados.
Este mismo «paradigma tecnocrático dominante» insiste en que podemos trascender la naturaleza e incluso nuestros propios cuerpos. Por eso el papa Francisco señaló la «ideología de género» como «una de las colonizaciones ideológicas más peligrosas… porque borra las diferencias y el valor del hombre y de la mujer».
Sin duda, el papa Francisco podía causar confusión y «hacer lío», como él mismo decía, pero hablaba con las mejores intenciones, aunque no siempre con la mentalidad de un teólogo sistemático o un filósofo. Pero era un pastor que nos exhortaba, como individuos y comunidades, a integrar el Evangelio en la forma en que tratamos a los pobres, a los demás y al medio ambiente natural.
¡Memoria eterna! Que descanse en paz.
John C. Pinheiro
🇺🇸 Estados Unidos
Director de Investigación del Instituto Acton. Anteriormente fue profesor de Historia y director fundador de Estudios Católicos en el Aquinas College. También es autor de los premiados Missionaries of Republicanism: A Religious History of the Mexican-American War, James K. Polk and Civil-Military Relations during the Mexican War y The American Experiment in Ordered Liberty. Puede encontrarlo en X como @DrJohnPinheiro.
Michael Matheson Miller
🇺🇸 Estados Unidos
Michael Matheson Miller es Senior Research Fellow en el Instituto Acton. Sus intereses giran en torno a la filosofía de la persona, la filosofía moral, la religión y la cultura y cómo éstas se entrecruzan y repercuten en la sociedad, la economía, la tecnología, la política y en lo que significa llevar una buena vida.