El viernes 2 de mayo una imagen dio la vuelta al mundo: en ella se veía a una brigada de bomberos subidos al techo a dos aguas de la Capilla Sixtina, colocando una chimenea metálica. Esa vieja chimenea posee una gran fuerza simbólica, especialmente para quienes profesan la fe católica: cuando en unos días expulse una humareda blanca, será el anuncio de que la Iglesia tiene un nuevo papa. No sólo los trabajadores del Vaticano, que alistan estos días la capilla decorada con el fresco del Juicio final de Miguel Ángel, se preparan para el cónclave. También lo hacen el colegio cardenalicio y los más de 1400 millones de católicos que viven esparcidos por los cinco continentes.
La elección del papa en datos
Al finalizar la quinta reunión de la congregación de cardenales, que se celebró al día siguiente del funeral de Francisco, se informó de la fecha de inicio del cónclave: el miércoles 7 de mayo comenzará la elección del 267º sucesor del apóstol Pedro. Participarán en él 133 de los 135 cardenales electores. Dos de ellos no lo harán: Antonio Cañizares, por motivos de salud, y Angelo Becciu, por su condena en un caso de fraude financiero relacionado con las cuentas vaticanas.
La ceremonia iniciará con una misa pro eligendo pontifice, que presidirá Giovanni Battista Re, decano del colegio cardenalicio, en la Basílica de San Pedro a las 10 de la mañana. Esa tarde, los cardenales menores de 80 años se desplazarán a la Capilla Sixtina donde, tras el ritual del extra omnes, habrá una primera votación, que tiene un valor sobre todo simbólico. A partir de ahí, habrá cuatro votaciones al día, dos por la mañana y dos por la tarde.
Si se sigue la misma dinámica que en los cónclaves anteriores, se espera que la designación se resuelva en dos o tres días, cuando se alcance una mayoría de dos tercios, es decir, 89 votos. Los últimos dos cónclaves para elegir a Benedicto y Francisco, en 2005 y 2013, apenas duraron 24 horas, con 4 y 5 votaciones respectivamente. En 1978, durante la elección de Juan Pablo II, el cónclave requirió 8 votaciones.
Críticas y grupos de presión
Los vaticanistas auguran un cónclave veloz, parecido a los anteriores, aunque hay un dato novedoso: el 80 % de los cardenales electores fueron nombrados durante el pontificado de Francisco y su perfil es intencionalmente universal, por lo que apenas se conocen entre sí. Esto haría prever un cónclave más largo, aunque hay una voluntad unánime de lograr pronto un consenso que revierta la narrativa que presenta una pugna irreconciliable entre el ala conservadora y la progresista dentro de la Iglesia.
En estos días en que los cardenales se han reunido en las llamadas congregaciones generales, se han ido perfilando los retos del mundo y de la Iglesia hoy, en función de los cuales se va dibujando lo que podríamos calificar como un «retrato robot» del próximo pontífice. El mensaje que se va filtrando es de un deseo de continuidad con el legado de Francisco, sin caer en una fotocopia, aunque no han faltado las críticas a su estilo o sus reformas.
Medios de comunicación de diversa tendencia han hecho sus quinielas de los cardenales favoritos para suceder, no ya al papa argentino, sino al pescador de Galilea. No han faltado los informes de grupos de presión –venidos especialmente de Estados Unidos, como el Red Hat Report– que buscan las sombras en el currículum de los papables para someter a la Iglesia a una presión que tiene que ver más con el cálculo politiquero que con el soplo del Espíritu. Toda esta narrativa ha sido alimentada también por el cine.
Cónclave, la película
La película Cónclave se estrenó el pasado otoño, pero en las últimas semanas ha alcanzado una explosión de reproducciones en plataformas. Dirigida por el regista alemán Edward Berger, conocido por Sin novedad en el frente (2022), su guion está basado en una novela homónima de Robert Harris. Harris es un escritor británico de libros de superventas especializado en thrillers históricos. Estos datos sirven para comprender que Cónclave no es, ni lo pretende, un documental que refleja fielmente el proceso de elección de un nuevo papa, sino una cinta de suspense de corte psicológico, plagada de licencias narrativas.
El filme ha sido muy alabado por la crítica por sus magníficas actuaciones, entre las que destaca el protagonista interpretado por Ralph Finnes, por la puesta en escena –fácil teniendo como marco el escenario maravilloso del Vaticano– y por la fotografía, que se alimenta del sentido estético y la fuerza de los ritos católicos. Estuvo nominado a 8 premios Óscar y se llevó al final la estatuilla a mejor guion adaptado. Antes se había hecho con el BAFTA a mejor película.
Cónclave es sin duda una película de calidad, más allá de que pueda cuestionarse la duración, pues dos horas de metraje son un desafío para la atención del espectador. Es más, el guion da unos giros algo forzados para tratar de retenerla. Pero me aventuro a decir que no termina de convencer a un público creyente porque se trata de un filme sobre la Iglesia –más aún, sobre la jerarquía católica– permeado de una mentalidad protestante, según la cual no sólo somos todos pecadores –como se dice explícitamente en varias ocasiones–, sino que estamos todos corrompidos.
A la vez, hay una lectura muy valiosa: al ofrecer una mirada «desde fuera» de la Iglesia, da pistas sobre algunos temas de gran interés para el mundo actual. Al mostrar cómo ve a esta milenaria institución quien no comparte la fe católica, emergen dos cuestiones que han estado muy presentes en el pontificado de Francisco: la atención a las periferias y la necesidad de una mayor presencia de la mujer en el ámbito decisional (y no sólo en el doméstico).
No seré yo quien haga spoiler del final de Cónclave; quien quiera saberlo puede consultar la página de Wikipedia. Hay quienes señalan que el desenlace muestra cómo la Iglesia católica ha de ser más inclusiva. Personalmente no se me ocurre otro lugar más inclusivo, teniendo en cuenta que desde hace XX siglos predica la universalidad de la salvación. Algo que Francisco nos dejó como legado en su grito: «¡Todos, todos, todos!».
María Candela Temes
🇪🇸 España
María Candela Temes es periodista. Tras cursar el máster de redacción del diario ABC, colaboró un tiempo como periodista freelance con este periódico desde la ciudad de Roma. En la capital de Italia, ha trabajado como redactora de estilo de la revista ASMODA, y como redactora y columnista de información vaticana para la revista OMNES. Su experiencia profesional se dirige en especial a cuestiones relacionadas con la mujer. Es consultora de comunicación corporativa en la Asociación ISCOM, con más de diez años de experiencia.