El 18 de mayo de 2025, en el quinto domingo de Pascua y 105 aniversario del nacimiento de san Juan Pablo II Magno, León XIV inició solemnemente su ministerio petrino. Mucho se ha escrito sobre él y su histórica elección, pero tomo la oportunidad para enmarcar tres aspectos que, entre otros, me han llamado especialmente la atención en sus primeros discursos y homilías; temas que, a pocos días de su elección, ya se han mostrado como centrales en su pensamiento y visión.
Una doctrina social para la revolución digital
Como con cualquier papa, uno de los primeros aspectos que llama la atención es el nombre que elige. León XIV explicó que la razón principal de tomar este nombre «es porque el papa León XIII, con la histórica encíclica Rerum novarum, afrontó la cuestión social en el contexto de la primera gran revolución industrial y hoy la Iglesia ofrece a todos, su patrimonio de doctrina social para responder a otra revolución industrial y a los desarrollos de la inteligencia artificial, que comportan nuevos desafíos en la defensa de la dignidad humana, de la justicia y el trabajo».
El abordaje del papado sobre la inteligencia artificial, uno de los grandes factores de nuestra época, inició ya con el papa Francisco, especialmente en su discurso al G7 en 2024, que contiene lineamientos generales que probablemente serán desarrollados en el nuevo pontificado.
El nuevo papa también citó a León XIII en su discurso a los participantes en el jubileo de las Iglesias orientales, resaltándolo como el primero en dedicar un documento específico a la dignidad de estas Iglesias. Citó su afirmación de que «la obra de la redención humana comenzó en Oriente», expresando como muy actual la preocupación de León XIII por conservar los ritos orientales y su identidad religiosa en los contextos de guerra, persecución, inestabilidad y pobreza.
Esto apunta a que el gran papa del siglo XIX es para él una fuente de inspiración en diversos temas. De ellos, sin duda, destaca su carácter como pionero de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI). Así, dirigiéndose al cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, señaló «las tres palabras clave que constituyen los pilares de la acción misionera de la Iglesia y de la labor de la diplomacia de la Santa Sede»: paz, justicia y verdad, volviendo a invocar la memoria de León XIII al referirse a la segunda de ellas.
Para León XIV,
Procurar la paz exige practicar la justicia. (…) En el cambio de época que estamos viviendo, la Santa Sede no puede eximirse de hacer sentir su propia voz ante los numerosos desequilibrios y las injusticias que conducen, entre otras cosas, a condiciones indignas de trabajo y a sociedades cada vez más fragmentadas y conflictivas. Es necesario, además, esforzarse por remediar las desigualdades globales, que trazan surcos profundos de opulencia e indigencia entre continentes, países e, incluso, dentro de las mismas sociedades.
Para esto, señaló la necesidad de invertir en la familia «fundada sobre la unión estable entre el hombre y la mujer», y de tutelar la dignidad de cada persona, «especialmente de aquellas más frágiles e indefensas, desde el niño por nacer hasta el anciano, desde el enfermo al desocupado, sean estos ciudadanos o inmigrantes». Enseguida, recordó su propia historia personal como «un ciudadano, descendiente de inmigrantes, que a su vez ha emigrado», resaltando la inmutable dignidad de toda persona sin importar su situación de salud, trabajo o migratoria.
Nuevamente invocó a León XIII en un discurso a los miembros de la Fundación Centesimus Annus Pro Pontifice, refiriéndose a la función de la DSI de facilitar el diálogo entre la ciencia y la conciencia para contribuir al entendimiento, la esperanza y la paz. Importante en ese contexto fue su afirmación de que
Cuando se trata de cuestiones sociales, saber cómo abordarlas mejor es más importante que dar respuestas inmediatas a por qué suceden las cosas o cómo afrontarlas. Se trata de aprender a afrontar los problemas, pues estos son siempre diferentes, ya que cada generación es nueva y se enfrenta a nuevos retos, sueños e interrogantes.(1)
Lo anterior –afirmó el papa– es un aspecto fundamental de la construcción de una «cultura del encuentro» mediante el diálogo y la amistad social, aludiendo a un concepto sobre el que insistió mucho el papa Francisco. Quizá donde más desarrolló su idea de cultura del encuentro fue en su penúltima encíclica, Fratelli tutti (2020). León XIV, en un discurso a delegaciones ecuménicas e interreligiosas, se refirió a su predecesor como «El papa de la Fratelli tutti», resaltando su énfasis sobre el cultivo de las relaciones interpersonales, valorizando siempre el aspecto humano del encuentro.
Verdad, diálogo y pensamiento crítico
Al enfatizar la DSI como constructora de una cultura del encuentro, León XIV hizo otra reflexión que amerita citarse en extenso:
Para muchos de nuestros contemporáneos, las palabras «diálogo» y «doctrina» pueden parecer incompatibles. Tal vez, cuando oímos la palabra «doctrina», tendemos a pensar en un conjunto de ideas pertenecientes a una religión. La propia palabra nos hace sentir menos dispuestos a reflexionar, a cuestionar las cosas o a buscar nuevas alternativas.
En el caso de la doctrina social de la Iglesia, debemos dejar claro que la palabra «doctrina» tiene otro significado más positivo, sin el cual el propio diálogo carecería de sentido. «Doctrina» puede ser sinónimo de «ciencia», «disciplina» y «conocimiento». Entendida así, la doctrina aparece como el producto de la investigación y, por tanto, de hipótesis, debates, avances y retrocesos, todo ello encaminado a transmitir un cuerpo de conocimientos fiable, organizado y sistemático sobre una cuestión determinada. Por consiguiente, una doctrina no es lo mismo que una opinión, sino más bien una búsqueda común, colectiva e incluso multidisciplinar de la verdad.
El «adoctrinamiento» es inmoral. Ahoga el juicio crítico y socava la sagrada libertad de conciencia, aunque sea errónea. Se resiste a las nuevas nociones y rechaza el movimiento, el cambio o la evolución de las ideas ante nuevos problemas. «La doctrina», en cambio, como discurso serio, sereno y riguroso, pretende enseñarnos ante todo cómo enfocar los problemas y, lo que es aún más importante, cómo acercarnos a las personas. También nos ayuda a emitir juicios prudentes cuando nos enfrentamos a desafíos. Seriedad, rigor y serenidad es lo que debemos aprender de toda doctrina, incluida la doctrina social de la Iglesia.
En el contexto de la revolución digital en curso, debemos redescubrir, subrayar y cultivar nuestro deber de formar a los demás en el pensamiento crítico, contrarrestando las tentaciones contrarias, que también se pueden encontrar en los círculos eclesiales. Hay muy poco diálogo a nuestro alrededor; los gritos a menudo lo sustituyen, no pocas veces en forma de noticias falsas y argumentos irracionales propuestos por unas pocas voces altisonantes. Son indispensables una reflexión y un estudio más profundos, así como un compromiso de encuentro y de escucha de los pobres.
Estos párrafos son de un contenido riquísimo. Su profundización no corresponde en este escrito, pero deben inspirar mucha reflexión y acción.
Este aspecto se vincula con los retos de la revolución digital, como señala León XIV en otro discurso en que reflexionó sobre la educación:
Pensemos en el aislamiento que provocan los modelos relacionales cada vez más extendidos, basados en la superficialidad, el individualismo y la inestabilidad afectiva; en la difusión de esquemas de pensamiento debilitados por el relativismo; en el predominio de ritmos y estilos de vida en los que no hay suficiente espacio para la escucha, la reflexión y el diálogo, en la escuela, en la familia, a veces entre los propios compañeros, con la soledad que ello conlleva.
La cultura del encuentro requiere, a su vez, de una renovada sensibilidad por la verdad, tan debilitada por el ruido del mundo contemporáneo. Dice León XIV:
No se pueden construir relaciones verdaderamente pacíficas, incluso dentro de la comunidad internacional, sin verdad. Allí donde las palabras asumen connotaciones ambiguas y ambivalentes, y el mundo virtual, con su percepción distorsionada de la realidad, prevalece sin control; es difícil construir relaciones auténticas, porque decaen las premisas objetivas y reales de la comunicación.(2)
La verdad y la comunicación también fueron temas centrales de su discurso a los representantes de los medios de comunicación, en que León XIV quiso reiterar
la solidaridad de la Iglesia con los periodistas encarcelados por haber intentado contar la verdad, y (…) pedir la liberación de los mismos. La Iglesia reconoce en estos testigos (…) la valentía de quien defiende la dignidad, la justicia y el derecho de los pueblos a estar informados, porque sólo los pueblos informados pueden tomar decisiones con libertad. El sufrimiento de estos periodistas detenidos interpela la conciencia de las naciones y de la comunidad internacional, pidiéndonos a todos que custodiemos el bien precioso de la libertad de expresión y de prensa.
En esa misma alocución, volvió sobre el tema de la confusión que parece imperar en nuestro tiempo:
Hoy, uno de los desafíos más importantes es el de promover una comunicación capaz de hacernos salir de la ‘torre de Babel’ en la que a veces nos encontramos, de la confusión de lenguajes sin amor, frecuentemente ideológicos y facciosos. Por eso, su servicio, con las palabras que usan y el estilo que adoptan, es importante. La comunicación, de hecho, no es sólo trasmisión de informaciones, sino creación de una cultura, de ambientes humanos y digitales que sean espacios de diálogo y de contraste. Y, considerando la evolución tecnológica, esta misión se hace más necesaria aún. Pienso, particularmente, en la inteligencia artificial con su potencial inmenso, que requiere, sin embargo, responsabilidad y discernimiento para orientar los instrumentos al bien de todos, de modo que puedan producir beneficios para la humanidad. Y esta responsabilidad nos concierne a todos, de acuerdo a la edad y a los roles sociales.
En definitiva, el fundamento más radical del diálogo y el encuentro es, como señala León XIV, que
la verdad no es la afirmación de principios abstractos y desencarnados, sino el encuentro con la persona misma de Cristo, que vive en la comunidad de los creyentes. De ese modo, la verdad no nos aleja; por el contrario, nos permite afrontar con mayor vigor los desafíos de nuestro tiempo, como las migraciones, el uso ético de la inteligencia artificial y la protección de nuestra amada tierra.(3)
«La hora del amor»: Paz en el mundo, unidad en la Iglesia
En la homilía de inicio de su pontificado, León XIV proclamó que «¡esta es la hora del amor!», expresando como su πprimer gran deseo: una Iglesia unida, signo de unidad y comunión, que se convierta en fermento para un mundo reconciliado» (énfasis del original).
Desde su primer mensaje al mundo, al ser presentado como nuevo líder de la Iglesia católica, León XIV ha enfatizado la paz y la unidad, afirmando que «Dios nos quiere, Dios los ama a todos, y el mal no prevalecerá. Estamos todos en las manos de Dios». Retomando ese mensaje y deseo de paz, anunció que
Para que esta paz se difunda, yo emplearé todos mis esfuerzos. La Santa Sede está a disposición para que los enemigos se encuentren y se miren a los ojos, para que a los pueblos se les devuelva la esperanza y se les restituya la dignidad que merecen, la dignidad de la paz. Los pueblos quieren la paz y yo, con el corazón en la mano, digo a los responsables de los pueblos: ¡encontremos, dialoguemos, negociemos! La guerra nunca es inevitable, las armas pueden y deben callar, porque no resuelven los problemas, sino que los aumentan; porque pasarán a la historia quienes siembran la paz, no quienes cosechan víctimas; porque los demás no son ante todo enemigos, sino seres humanos: no son malos a quienes odiar, sino personas con quienes hablar. Rechacemos las visiones maniqueas típicas de los relatos violentos, que dividen el mundo entre buenos y malos.(4)
En el discurso ante el cuerpo diplomático, primera formulación de su pensamiento de cara a representantes de la comunidad internacional, León XIV recordó que «la paz se construye en el corazón y a partir del corazón, arrancando el orgullo y las reivindicaciones, y midiendo el lenguaje, porque también se puede herir y matar con las palabras, no solo con las armas». Para «extirpar las premisas de cualquier conflicto y de cualquier destructiva voluntad de conquista» es necesaria «una sincera voluntad de diálogo, animada por el deseo de encontrarse más que de confrontarse».
Esto aplica no solo a las relaciones internacionales sino a la vivencia personal de todo cristiano y persona de buena voluntad, también en la interacción social y en la vida pública a lo interno de cada país. Pero León XIV lo señaló en el contexto específico de abogar por la revitalización de un orden internacional para la paz:
es necesario revitalizar la diplomacia multilateral y esas instituciones internacionales que han sido queridas y pensadas en primer lugar para poner remedio a los conflictos que pudiesen surgir en el seno de la comunidad internacional.
Esta revitalización del multilateralismo, enfatizando su rol como herramienta de paz, es un tema de gran relevancia en la actualidad, donde «la confusión de lenguajes sin amor» y «las visiones maniqueas típicas de los relatos violentos» responden, con frecuencia, a la crisis del orden global surgido después de la segunda guerra mundial.
En su homilía de inicio de pontificado, como en otras ocasiones, señaló algunos de los muchos problemas que hoy aquejan a la Iglesia y a la humanidad:
vemos aún demasiada discordia, demasiadas heridas causadas por el odio, la violencia, los prejuicios, el miedo a lo diferente, por un paradigma económico que explota los recursos de la tierra y margina a los más pobres.
Ante esos retos, declaró: «queremos ser, dentro de esta masa, una pequeña levadura de unidad, de comunión y de fraternidad», unidos no solo entre católicos sino «también con las Iglesias cristianas hermanas, con quienes transitan otros caminos religiosos, con aquellos que cultivan la inquietud de la búsqueda de Dios, con todas las mujeres y los hombres de buena voluntad, para construir un mundo nuevo donde reine la paz».
León XIV está
convencido de que, si estamos unidos y libres de condicionamientos ideológicos y políticos, podremos ser eficaces al decir ‘no’ a la guerra y ‘sí’ a la paz, ‘no’ a la carrera armamentista y ‘sí’ al desarme, ‘no’ a una economía que empobrece a los pueblos y a la tierra y ‘sí’ al desarrollo integral.(5)
El desarrollo humano integral es otro concepto fundamental de la DSI. Una exposición amplia se encuentra, por ejemplo, en la encíclica social Caritas in veritate (2009) de Benedicto XVI.
La preocupación por la unidad, dice León XIV,
ha sido siempre una constante en mí, como atestigua el lema que he elegido para mi ministerio episcopal: In Illo uno unum, una expresión de san Agustín de Hipona que recuerda que también nosotros, aun siendo muchos, «en Aquel uno —o sea en Cristo—, somos uno» (…). Nuestra comunión se realiza, en efecto, en la medida que convergemos en el Señor Jesús. Cuanto más le somos fieles y obedientes, más unidos estamos entre nosotros.(6)
León XIV invita a este espíritu misionero,
sin encerrarnos en nuestro pequeño grupo ni sentirnos superiores al mundo; estamos llamados a ofrecer el amor de Dios a todos, para que se realice esa unidad que no anula las diferencias, sino que valora la historia personal de cada uno y la cultura social y religiosa de cada pueblo.(7)
***
La Iglesia, según León XIV, «debe aceptar el desafío del tiempo» (8) y «[dejarse] cuestionar por la historia».(9) Citando a su padre espiritual, san Agustín, y a su predecesor, León XIII, señaló que la transformación del mundo, de la sociedad civil, necesitan la conversión personal de cada uno,(10) aunque sin ignorar que «los desafíos de nuestro tiempo (…) requieren el compromiso y la colaboración de todos, porque nadie puede pensar en afrontarlos solo»,(11) por lo que es necesario caminar juntos.(12)
En los pocos días que lleva de pontificado, León XIV ya ha compartido dichos y reflexiones cuya riqueza amerita mucha profundización, que nos invitan a la conversión, aceptando el desafío del tiempo y dejándonos cuestionar por la historia también en lo personal.
Notas al pie
- Traducción no oficial. Al redactar este artículo, el discurso solo se ha publicado oficialmente en inglés, italiano y portugués.
- Audiencia al cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, 16 de mayo de 2025.
- Audiencia al cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, 16 de mayo de 2025.
- Discurso a los participantes en el Jubileo de las Iglesias Orientales, 14 de mayo de 2025.
- Discurso a las delegaciones ecuménicas e interreligiosas convenidas para el inicio del ministerio petrino, 19 de mayo de 2025.
- Discurso a las delegaciones ecuménicas e interreligiosas convenidas para el inicio del ministerio petrino, 19 de mayo de 2025. “Nosotros queremos decirle al mundo, con humildad y alegría: ¡miren a Cristo! ¡Acérquense a Él! ¡Acojan su Palabra que ilumina y consuela! Escuchen su propuesta de amor para formar su única familia: en el único Cristo nosotros somos uno” (Homilía con motivo del inicio del ministerio petrino del obispo de Roma, 18 de mayo de 2025).
- Homilía con motivo del inicio del ministerio petrino del obispo de Roma, 18 de mayo de 2025.
- Discurso a los representantes de los medios de comunicación, 12 de mayo de 2025.
- Homilía con motivo del inicio del ministerio petrino del obispo de Roma, 18 de mayo de 2025.
- “La Iglesia debe aceptar el desafío del tiempo y, del mismo modo, no pueden existir una comunicación y un periodismo fuera del tiempo y de la historia. Como nos recuerda san Agustín, que decía: «Vivamos bien, y serán buenos los tiempos. Los tiempos somos nosotros»” (Discurso a los representantes de los medios de comunicación, 12 de mayo de 2025); “La caridad de Dios, que nos hace hermanos entre nosotros, es el corazón del Evangelio. Con mi predecesor León XIII, hoy podemos preguntarnos: si esta caridad prevaleciera en el mundo, «¿no parece que acabaría por extinguirse bien pronto toda lucha allí donde ella entrara en vigor en la sociedad civil?» (Homilía con motivo del inicio del ministerio petrino del obispo de Roma, 18 de mayo de 2025).
- Audiencia al cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, 16 de mayo de 2025.
- “Juntos, como un solo pueblo, todos como hermanos, caminemos hacia Dios y amémonos los unos a los otros” (Homilía con motivo del inicio del ministerio petrino del obispo de Roma, 18 de mayo de 2025); “Soy agustino, un hijo de san Agustín, que ha dicho: “Con ustedes soy cristiano y para ustedes, obispo”. En este sentido podemos caminar todos juntos hacia esa patria que Dios nos ha preparado” (Primer saludo, bendición apostólica “Urbi et orbi”, 8 de mayo de 2025).
🇬🇹 Juan Pablo Gramajo Castro
Juan Pablo Gramajo es doctor en Derecho y maestro en Propiedad Intelectual por la Universidad de San Carlos de Guatemala, abogado y notario, licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales y maestro en Historia por la Universidad Francisco Marroquín.
Ha sido docente titular en licenciatura y postgrado, en cursos como Filosofía del Derecho, Teorías de la Justicia y Análisis Económico del Derecho (UFM), Teoría del Derecho y Derecho Constitucional (USAC), Historia de Occidente y Derecho y Comunicación (UNIS). Sus publicaciones en revistas académicas y ensayos de opinión abordan temas constitucionales, laborales, civiles e históricos.