Extracto de la conferencia de Alberto Benegas Lynch (h) para la Cátedra Joseph Keckeissen 2022.
Muchas gracias, en primer término, por esta invitación a la Cátedra Joseph Keckeissen, que me trae muchos recuerdos. Me trae los recuerdos de cuando fui contratado como primer profesor visitante en la Universidad Francisco Marroquín por mi querido amigo Muso Ayau. Tuvo mucho que ver el padre de Carroll, Bobby Rios. Tuvo también mucho que ver el abuelo de Carroll, Hilary Arathoon, que, dicho sea de paso, como le decía, me hacía acordar a mi abuelo materno con muchas de sus características, especialmente su extraordinario sentido del humor.
Cuando me vinculé a la Universidad Francisco Marroquín, durante tres años, además de enseñar en grado y posgrado en economía, al poco tiempo me vinculé con Joe. Me hacía de apoyo logístico e intercambiábamos ideas para ocuparme de otras áreas fuera de la universidad, que era básicamente darle cursos a empresarios gracias a la invitación de Joaquín Imbert. Yo era director de la revista de la Cámara de Comercio en Guatemala y, debido a eso y al apoyo de Joaquín, di esos cursos a empresarios. Di también cursos a periodistas, gracias a la entonces directora de Prensa Libre, Teresa Bolaño; di cursos a sacerdotes, y ahí tuve un apoyo muy grande de Joe, gracias a la invitación del padre Ángel Roncero; di análisis económico a sacerdotes salesianos y a monjas de María Auxiliadora, donde, una vez más, se pone en evidencia que el tema no es la mala voluntad ni la maldad ni la cerrazón de la audiencia, sino que tengan la oportunidad de escuchar otras campanas. Que tengan la oportunidad de debatir, de no quedarse con nada dentro.
Yo tengo un latiguillo el primer día de clase en mis cátedras, que es: si en algo no están de acuerdo, interrumpan; si no queda claro, discutan; pero si creen que lo que estoy diciendo es claro y creen que están de acuerdo, hagan de abogado del diablo, porque ese es un ejercicio muy bueno para pulir ángulos que a veces pueden aparecer claros, pero resulta que, cuando empieza el debate, no son tan claros y hay que pulir y aclarar distintos conceptos.
Tengo siempre en la memoria —y seguramente ustedes también— ese libro editado en honor a Joe con distintos ensayos, donde tuve el privilegio de hacer un aporte. El libro se llama Una vida santa dedicada a la libertad, editado por Mario Šilar. Y entonces, quiero comenzar el tratamiento de un punto que considero que es esencialísimo para el espíritu de la libertad, para el concepto de libre albedrío, para el concepto de moral, para el concepto de valores, que es muchas veces evitado y a veces, incluso, negado por muchos que hacen trabajos muy sofisticados de gran utilidad y de gran valor, pero desconocen esto que ahora quiero señalar, que, a mi juicio, son los cimientos de la libertad. Es parecido a construir una casa y ocuparse solamente del techo y no de los cimientos. Esto que voy a mencionar es desconocido, lamentablemente, en muchas ramas del conocimiento, y en algunos casos no es solo desconocido sino rechazado.
¿Y de qué se trata este tema? Se trata de algo que yo descubrí cuando era rector de ESEADE de Argentina. Una vez entré a la biblioteca y la bibliotecaria estaba con un libro de un porte bastante grueso, y me llamó poderosamente la atención el título de ese libro, que es El yo y su cerebro: un diálogo entre el premio nobel en neurofisiología John Eccles y el filósofo de la ciencia Karl Popper. ¿Qué es lo que encontré en esta elaboración? Luego escribí nueve ensayos sobre este tema, y cada vez que agrego una nueva versión de ese ensayo es para agregar nueva bibliografía que, afortunadamente, aparece en esta dirección.
Y es esto. El eje central de esta tesis y de la bibliografía que voy a mencionar es que no somos solo kilos de protoplasma. Es decir, no somos solo carne y hueso. Tenemos psique, mente o estados de conciencia (tres sinónimos a estos efectos). Ahora, si no fuera así, estimados oyentes, querría decir que los nexos causales inherentes en la materia nos están determinando a decir o hacer lo que decimos y hacemos. Esto es: no habría tal cosa como libertad; la libertad sería una ficción. No habría tal cosa como libre albedrío, no habría tal cosa como proposiciones verdaderas y falsas, no habría tal cosa como la posibilidad de revisar nuestras propias conclusiones, no habría tal cosa como ideas autogeneradas, no habría tal cosa como responsabilidad individual, no habría tal cosa como moral.
Ahora, tanto Eccles como Popper escribieron separadamente sobre el mismo tema, en la misma dirección y con la misma tesis. Otro libro de Karl Popper es Knowledge and the Body-Mind Problem. Lamentablemente, no ha sido traducido al castellano, como sí lo ha sido el anterior que mencioné, El yo y su cerebro (traducido por Editorial Labor, de Barcelona. Muy bien traducido, dicho sea de paso). Y Eccles sí está traducido al castellano: La psique humana y muchos otros. Esto se llama, genéricamente, materialismo filosófico, que Karl Popper rebautizó como determinismo físico. En este sentido, determinismo físico y materialismo filosófico son sinónimos.
El premio nobel en física Max Planck habla de la diferencia conceptual entre lo que son causas —es decir, nexos causales— y lo que son motivos en el ser humano. Recuerdo que Antony Flew, filósofo que también elabora en esta misma dirección, en uno de sus libros pone el ejemplo de que cuando una persona está diciendo que conjetura que mañana va a salir el sol o que los planetas se mueven en tal o cual dirección y en tal o cual velocidad, está refiriéndose a nexos causales, a relaciones causales inexorables. Sin embargo, cuando una persona le dice a un amigo «Te sugiero que no des la fiesta que estás por celebrar», le está dando un motivo cuando argumenta por eso, pero no hay un nexo causal inexorable.
El matemático Alan Turing trató de defender el materialismo filosófico con el siguiente experimento. Dijo: «Pongamos a una persona con una computadora en un cuarto y dos terminales afuera: una manejada por un individuo y otro sin ser manejado». Y dijo que el individuo con la computadora en ese cuarto, que está conectado a las dos terminales que mencioné, le haga todas las preguntas que quiera a las dos terminales, y si no nota diferencia quiere decir que no hay ninguna entre la máquina y el ser humano.
Esto fue refutado por el filósofo John Searle, quien elabora algo que se ha dado en llamar el experimento del cuarto chino. Esto es, se pone a un fulano que no tiene la menor idea del lenguaje o el idioma chino a traducir un poema del chino al inglés, y ¡oh, sorpresa!: hace una traducción perfecta. ¿Por qué hace la traducción perfecta? Porque se le transmitieron códigos para las distintas tarjetas a distintas alternativas o variantes de traducción calce en la perfecta. O sea, hizo una traducción perfecta sin tener la menor idea del lenguaje chino. Esa es la máquina. Eso es lo que habitualmente se llama computadora.
Y acá viene otra cosa de gran interés. Un profesor —que también lo recomiendo mucho—, Raymond Tallis, dice que tenemos la costumbre, en el lenguaje coloquial, de referirnos a la memoria de la computadora. Pues está mal. La computadora no tiene memoria; el que tiene memoria es el ser humano. Y en ese sentido, en uno de mis trabajos, yo agregaba y decía que antiguamente, nuestros bisabuelos, por ejemplo, tenían la costumbre de hacer un nudo al pañuelo para recordar algo. Y nadie en su sano juicio va a decir «¡Qué memoria tenía el pañuelo!».
La memoria la tiene el ser humano. Personalmente, tengo guardados archivos bastante suculentos en un galpón. Y nadie me va a decir «¡Qué memoria tiene el galpón!». La memoria es del ser humano. Incluso cuando se habla de computadora… ¡Esas máquinas no computan! Son impulsos eléctricos programados por el ser humano. Es el ser humano el que computa.
Y hay otra cosa que está lamentablemente de moda, que es hablar de la inteligencia artificial. Está mal. Inteligencia viene de inter y legum: ‘leer adentro’, ‘captar esencias’… que solo lo hace el ser humano. Hay un lingüista muy destacado —en la vereda de enfrente, diría yo, de la tradición de pensamiento liberal, pero un gran lingüista—, que es Noam Chomsky. En su libro, lamentablemente tampoco traducido al castellano (que yo sepa), Mind and Language, muestra cómo funciona un ser humano en una partida de ajedrez y cómo funciona la máquina, para mostrar que hay una diferencia de naturaleza. Una cosa es la mecanización y la programación, y otra el pensamiento, la opción, la elección, el juicio deliberado.
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Alberto Benegas Lynch (h)
🇦🇷 Argentina
Alberto Benegas lynch (h) es doctor en Economía (UCA) y en Ciencias de Dirección (UADE). Fue dos veces miembro del Consejo Directivo de la Mont Pelerin Society y es miembro del Consejo Académico del Institute of Economic Affairs de Londres, de Cato Institute de Washington, DC y del Ludwig von Mises Institute de Auborn. Es miembro del National Association of Scholars de Princeton y del Institut Turgot de Bruselas. Ha recibido doctorados honoris causa de universidades de su país y del extranjero.
Sus libros llevan prólogo del premio nobel en economía Friedrich Hayek, del exsecretario del Tesoro del Gobierno de Estados Unidos William E. Simon, del miembro de la Academia Francesa Jean-François Revel, del premio nobel en economía James Buchanan y del escritor argentino Marcos Aguinis.
Durante 23 años, fue rector de ESEADE, donde es profesor emérito. Fue asesor económico de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, la Cámara Argentina de Comercio, la Sociedad Rural Argentina y el Consejo Interamericano de Comercio y Producción.