Desde hace algún tiempo se viene escuchando la palabra «transhumanismo». Este término suena algo futurista y no sin razón porque, ciertamente, este movimiento intelectual, científico y cultural promueve la mejora del hombre a través de la tecnología. Y, sin duda, se prevén grandes posibilidades para un futuro no muy lejano.
La idea de mejorar al hombre a través de la tecnología, se puede pensar, que ya lo hacen los médicos, por ejemplo, desde el siglo XIX cuando Wilhelm Röntgen inventó los rayos X en 1895 y que permitió observar el interior del ser humano (los huesos) y así curar fracturas. Luego, también se descubrieron otros tipos de radiación para diagnosticar enfermedades (inflamatorias, infecciosas, tumores o abscesos) o curarlas como el cáncer. A esto se le llama medicina nuclear.
La tecnología ha permitido también desarrollar muchos fármacos y equipos de gran beneficio para la salud y el bienestar, entre estos están los antibióticos, los psicofármacos, medicinas para tratar el dolor, marcapasos, prótesis, etc. Por otra parte, se pueden realizar operaciones en órganos o incluso trasplantes que serían imposibles sin grandes avances tecnológicos que acompañan a los médicos, como son todos los equipos necesarios para mantener los signos vitales y realizar los procedimientos. Piénsese, por ejemplo, en un trasplante de corazón.
Sin duda, hoy en día, los médicos mejoran la calidad de vida de sus pacientes y empujan la frontera de la muerte más allá de lo esperado en décadas anteriores. Basta con observar las gráficas de la esperanza de vida en el siglo XX para llegar a esa conclusión. Aunque esto también se deba a la alimentación, la higiene y la ausencia de guerras, entre otros factores.
Pero, entonces, ¿cuál es la diferencia de lo que hace un médico actualmente con toda la tecnología que tiene a su disposición y lo que propone el movimiento transhumanista?
En realidad, lo que hace la medicina es tratar de mantener la salud del hombre y, cuando hace falta, curarlo de sus enfermedades y proveer bienestar. Por tanto, se trata de una mejora que limita los efectos negativos de las enfermedades y el deterioro natural de los seres humanos a medida que pasan los años.
Lo que propone el movimiento transhumanista es una mejora radical, hasta el punto de llegar a hablar de una nueva especie: la posthumana. En este punto los promotores parecen divergir entre dos movimientos: el transhumanismo y el posthumanismo. El primero plantearía mejorar la misma especie transformándola y, la segunda, buscaría una nueva especie superior a la cual pertenecemos hoy en día. Pero esta distinción se puede obviar para una introducción al tema.
La clave de ambas está en que tratan de usar la tecnología y las grandes posibilidades que ofrecen para mejorar la condición humana, no solo evitando las enfermedades sino también mejorando las capacidades que ya se tienen. Por ejemplo, se limitaría el envejecimiento y se aumentarían las capacidades físicas (huesos más fuertes y de regeneración más rápida al estilo Wolverine), o de las capacidades psíquicas y cognitivas (aumento en la memoria y la inteligencia). Se trataría de desarrollar tecnologías para buscar una mejora sustancial.
Otros avances tecnológicos importantes son todos los relacionados con la genética. Aquí se involucra la nanotecnología y la ingeniería genética. Y esto, relacionado con el transhumanismo, desemboca en el concepto de eugenesia al compás de la película Gattaca. En esa obra de arte se muestra una sociedad futurista en el que la mayoría de los padres eligen las características de sus hijos (altura, color de ojos, habilidades…), mientras que algunos pocos, que luego serán ciudadanos de segunda categoría, nacen de modo «natural y aleatorio». Los embriones que no cumplen con los estándares simplemente son desechados, y esto tristemente no es algo de un futuro posible, sino que ya sucede en la realidad, como en el caso de la fecundación in vitro o simplemente cuando el bebé padece trisomía 21.
Como conclusión se puede decir que lo que ha hecho hasta ahora es limitar lo negativo, mientras que el transhumanismo va más allá y busca adoptar ventajas y desarrollar tecnologías para incrementar lo positivo y de este modo mejorar radicalmente al hombre.
Claro está, que las cuestiones éticas que plantea son grandes y muchas de ellas sin precedentes, porque no se sabe por dónde saltará la liebre, así que no es fácil determinar en qué ámbitos o en qué casos son realmente una ventaja para el hombre y en cuáles puede convertirse en una catástrofe. Intentaré abordar someramente los riesgos y críticas a este movimiento en el siguiente artículo.