Los candidatos y los boxeadores

por | Blog Fe y Libertad

Jun 5, 2023

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¿Cómo debiéramos normar deporte democrático?

Comparemos las elecciones políticas con el boxeo. Aristóteles sugirió que los humanos somos animales políticos por naturaleza, puesto que formamos comunidades políticas. De igual forma, se piensa que el boxeo es el deporte más antiguo, porque desde siempre intentamos resolver conflictos dándonos golpes. 

Ya para 1867, las reglas de boxeo de Queensberry asentaron doce puntos que establecen la dimensión del cuadrilátero (24 pies cuadrados), las áreas del cuerpo que se pueden golpear y la duración de cada asalto. Hoy existen cuatro organizaciones rectoras del deporte, incluyendo a la Asociación Mundial de Boxeo y la Federación Internacional de Boxeo; entre otras cosas, llevan el ranking de los competidores y nombran campeones. Las reglas evolucionadas en el tiempo brindan prestigio y objetividad al deporte. Los deportistas saben cómo prepararse para ingresar al ring.

Las reglas electorales son más variadas y volátiles que las reglas del boxeo. Internacionalmente, se esgrime el derecho a elegir y ser electo, con lo cual podría ingresar al cuadrilátero de las elecciones casi cualquier ciudadano en goce de sus derechos. En esta arena, los candidatos se presentan al público votante simultáneamente e intentan conquistar una mayoría de votos. Los electores deciden estratégicamente con base en la información que reciben durante la campaña. Engendra más confianza y certeza un ring iluminado en el cual los movimientos de los candidatos son visibles. Ninguna contienda electoral será perfecta, pues los votantes, los políticos y los integrantes del órgano rector, el Tribunal Supremo Electoral (TSE), somos falibles. Pero en la medida en que cada actor cumpla con las normas establecidas, nos sentiremos conformes con los resultados. 

En el proceso actual, un ring paralelo ha cobrado protagonismo. Allí, los candidatos se expulsan unos a otros de la competencia mediante amparos, apelaciones, calificaciones de expedientes y otras artimañas. Parece como si los boxeadores se retaran a pleitos callejeros para no enfrentarse en el ring formal. Aún y cuando dichos trámites sean lícitos y legales, el votante promedio sospecha de las intenciones de los jueces, los políticos y el TSE. Quizás nuestra duda se deba a que la jerga jurídica es confusa, o a que algunos candidatos parecen recibir favores y otros palos. Cada batalla librada en este cuadrilátero paralelo reduce nuestras opciones el día de las elecciones. Una consecuencia no intencionada de privilegiar a este ring paralelo es la erosión de la credibilidad de todo el andamiaje democrático.

 Claramente, es menos costoso intentar despejar la arena por la vía judicial que compitiendo en un proceso electoral abierto. Para ganar una elección se suele necesitar de mucha preparación, talento y dinero. Si no pudieran acudir al ring paralelo, ¿cambiaría la estrategia de los políticos? ¿Entrenarían de forma diferente? ¿Forjarían más alianzas? 

Al contrastar el proceder de los candidatos en los distintos rings comprendemos la importancia que tienen las reglas del juego. Nuestra Ley Electoral y de Partidos Políticos ha sufrido numerosas enmiendas, pero estas no han forjado un proceso ordenado, transparente y abierto. Muchas reglas se diseñaron en función de los intereses del cartel político y no de los ciudadanos gobernados. También se evidencia el rol que juega un tribunal electoral imparcial y prestigioso.

¿Podríamos propiciar una profunda reforma electoral que beneficie tanto a los electores como a los políticos? ¿Es posible minimizar la judicialización de la política y diseñar un cuadrilátero iluminado y accesible donde se produzcan competencias limpias y elegantes? 

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