La Iglesia frente a los abusos

por | Blog Fe y Libertad

Sep 7, 2018

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En agosto de 2018, el gran jurado de Pensilvania, Estados Unidos, publicó un largo informe, según el cual trescientos sacerdotes abusaron a más de mil niños a lo largo de setenta años. La mayoría de estos casos ya fueron escuchados y dirimidos en cortes civiles y muchos de los culpables sancionados incluso han fallecido. Lo novedoso del informe es su calidad aglomerativa y detallada. 

Otras notas similares precedieron esta noticia: a finales de julio, el papa Francisco aceptó la renuncia del cardenal Theodore E. McCarrick, anterior arzobispo de Washington, EE. UU., debido a ofensas sexuales. También fue histórica la renuncia en masa de treinta y cuatro obispos de Chile. Ellos pusieron sus cargos a disposición del papa Francisco luego de que él los amonestara por su manejo «negligente» de reportes de abusos contra menores de edad en ese país.

Con toda razón, los creyentes y no creyentes alrededor del mundo han reaccionado a estos sucesos con dolor y pena. En palabras de Greg Burke, vocero del Vaticano, «esto es sobre Irlanda, esto es sobre Estados Unidos y esto es sobre Chile—pero no únicamente. El papa Francisco ha escrito una carta al pueblo de Dios». (1) Burke se refiere a la Carta al Pueblo de Dios que salió a luz el 20 de agosto y que pueden leer en Vatican.va.  «Con vergüenza y arrepentimiento, como comunidad eclesial, asumimos que no supimos estar donde teníamos que estar, que no actuamos a tiempo reconociendo la magnitud y la gravedad del daño que se estaba causando en tantas vidas», escribió el pontífice. (2) 

«A río revuelto, ganancia de pescadores», dice el refrán. La cobertura mediática, sobre todo la que agrede y se burla del cristianismo, resulta chocante. ¿A quién creer? ¿Qué hacer? ¿Cómo resguardar la reputación de la Iglesia, que somos todos? A continuación algunas ideas.

Primero, emulemos a san Juan Pablo II, a S.S. Benedicto XVI y a S.S. Francisco en su rechazo al pecado. No podemos justificar lo injustificable. Es malo, y criminal, obligar a cualquier persona, y más aún a un niño, a participar de actos sexuales. Es malo encubrir actos criminales. Es malo que busque experiencias sexuales un hombre que ha recibido el Sacramento del Orden y voluntariamente adquirió el compromiso de ser célibe. 

En realidad, no es nada fácil dimensionar las ofensas en números. Se estima que los culpables son una pequeña minoría del total de religiosos en el mundo. En el 2010, Monseñor Charles Scicluna declaró en una entrevista que «los casos de sacerdotes acusados de verdadera y auténtica pedofilia son…unos trescientos en nueve años». Monseñor Scicluna es el encargado de investigar los delitos graves por parte de la Congregación para la Doctrina de la Fe. (3) «Son siempre demasiados casos, es indudable, pero hay que reconocer que el fenómeno no está tan difundido como se pretende hacer creer», agrega Scicluna. En su blog, el padre José Antonio Fortea, observa respecto del caso específico de Pensilvania que «trescientos sacerdotes acusados durante setenta años significa cuatro culpables por año». (4) Hay más de 747 000 agresores sexuales registrados en Estados Unidos, según The Demand Project, y tan solo en Pensilvania hay 21 219 agresores sexuales. No obstante, el daño causado por los sacerdotes pederastas hace ondas expansivas: afecta a personas más allá de las familias victimizadas y sus victimarios. Afecta el buen nombre de la Iglesia católica. En última instancia, una sola ofensa debería consternarnos.  

Los últimos tres pontífices han dado directrices claras y consistentes. En su carta, el papa Francisco usa la palabra crimen para referirse a la ofensa en cuestión: «Un crimen que genera hondas heridas de dolor e impotencia; en primer lugar, en las víctimas, pero también en sus familiares y en toda la comunidad, sean creyentes o no creyentes». (7)  En su carta pastoral a los católicos de Irlanda, 19 de marzo del 2010, el papa Benedicto XVI se expresó similarmente: «Comparto la desazón y el sentimiento de traición que muchos de vosotros habéis experimentado al enteraros de esos actos pecaminosos y criminales y del modo en que los afrontaron las autoridades de la Iglesia en Irlanda». (8) El papa Juan Pablo II usó el adjetivo aborrecible para calificar la pedofilia. (9)

Pedir perdón es una segunda acción a nuestro alcance. El papa Francisco solicita  que «pidamos perdón por los pecados propios y ajenos. La conciencia del pecado nos ayuda a reconocer los errores, los delitos y las heridas generadas en el pasado y nos permite abrirnos y comprometernos más con el presente en un camino de renovada conversión». (10)  A su vez, Benedicto XVI rogó a los irlandeses: «Os pido que ofrezcáis vuestro ayuno, vuestras oraciones, vuestra lectura de la Sagrada Escritura y vuestras obras de misericordia para obtener la gracia de la curación y la renovación de la Iglesia en Irlanda. Os animo a redescubrir el sacramento de la Reconciliación y a aprovechar con más frecuencia el poder transformador de su gracia».

En tercer lugar, cabe evaluar el efecto que tiene un entorno cultural «hipersexuado», producto de la revolución sexual de los años sesenta, incluso en quienes integramos la Iglesia y recibimos una educación tradicional. En los años setentas y ochentas ciertamente reinó un clima favorable al «amor libre». Se relajaron los estándares sociales respecto de la fidelidad matrimonial, las relaciones premaritales, el divorcio, la pornografía y más. Las novelas, las películas, y hasta las clases de educación sexual invitaban a mujeres y hombres a experimentar sin frenos ni consideraciones éticas. Sigmund Freud conceptualizó la «represión» como el rechazo enfermizo de los deseos e impulsos al placer. Marilyn Monroe encapsuló el sentir de la época cuando afirmó que el «sexo es parte de la naturaleza. Yo me dejo llevar por la naturaleza». 

S.S. Benedicto XVI hace ver esta realidad en su carta al pueblo irlandés:

También fue significativa en ese período la tendencia, incluso por parte de sacerdotes y religiosos, a adoptar formas de pensamiento y de juicio de las realidades seculares sin suficiente referencia al Evangelio. El programa de renovación propuesto por el concilio Vaticano II a veces fue mal entendido y, además, a la luz de los profundos cambios sociales que estaban teniendo lugar, no era nada fácil discernir la mejor manera de realizarlo. En particular, hubo una tendencia, motivada por buenas intenciones, pero equivocada, a evitar los enfoques penales de las situaciones canónicamente irregulares. En este contexto general debemos tratar de entender el desconcertante problema del abuso sexual de niños, que ha contribuido no poco al debilitamiento de la fe y a la pérdida de respeto por la Iglesia y sus enseñanzas. (11)

Algunos recomiendan a la Iglesia abandonar el celibato, admitir el divorcio, y modificar sus parámetros de la moralidad. Por ejemplo, el obispo Hans-Jochen Jaschke de Hamburgo, Alemania, sugirió al papa Francisco que admitir sacerdotes casados podría ser una solución a la escasez de religiosos, según reporta el Catholic Herald de Inglaterra. Su postura coincide con quienes opinan que «requerir el celibato perpetuo al clero parece extraño en la sociedad secular de hoy». (12) Interesantemente, el autor del artículo está a favor del celibato y subraya que no hay evidencia creíble de que dicha práctica sea responsable por los sacerdotes homosexuales o por los abusos sexuales.

«No podemos culpar al celibato por el abuso sexual por parte de clérigos de la Iglesia católica,» afirma el Dr. Plante. Él desmiente otros mitos similares: los religiosos no son más dados a cometer abusos que otros hombres. El hecho de ser homosexual no convierte a la persona automáticamente en un depredador de niños. (13)

Pareciera que las corrientes culturales deberían ser desplazadas en el sentido contrario: el mundo secular necesita revalorar a la persona y volver a reconocer el amor pleno. No nos definen nuestras relaciones sexuales ni una supuesta identidad de género. No somos objetos sexuales a ser usados y descartados. La belleza de la enseñanza cristiana sobre la afectividad y la sexualidad es que nos recuerda la fuente del amor verdadero. Somos hijos de Dios, amados infinitamente por nuestro Creador desde antes de nacer. Nuestra dignidad emana de ser personas, punto. El florecimiento humano puede verse como una libre correspondencia a ese Amor, como una lucha personal por ser tan buenos (santos) como podemos llegar a ser. Una lucha por hacer el bien, con libertad y responsabilidad, y eso conlleva tratar a quienes amamos con delicadeza y lealtad. 

En cuarto lugar, podemos ponernos de rodillas y practicar una paciente oración. Habrá más renuncias, más señalamientos y remociones de miembros del clero en las altas jerarquías y en nuestras parroquias. El papa emérito Benedicto XVI calificó como «una preocupación fuera de lugar» los intentos de silenciar los casos de abuso para proteger «el buen nombre de la Iglesia y . . . evitar escándalos». (14) Durante los años anteriores, quizás se entendió que guardar silencio equivalía a mostrar misericordia, tanto a las víctimas como al victimario. Los tres últimos pontífices han abogado por la divulgación y la apertura, con lo cual tenemos que aprender a vivir la misericordia de nuevas formas.

En su libro del 2016, El nombre de Dios es misericordia, el papa Francisco dice que «la Iglesia condena el pecado porque debe decir la verdad. Dice: ‘‘Esto es pecado’’. Pero al mismo tiempo abraza al pecador que se reconoce como tal, se acerca a él, le habla de la misericordia infinita de Dios». La misericordia de Dios es mayor que las ofensas más graves, agrega el Vicario de Cristo.

Se atribuye al historiador francés Hilaire Belloc el fuerte comentario que se puede traducir más o menos así: «La Iglesia católica es una institución que yo estoy dispuesto a tener por divina, pero, para los no creyentes, una prueba de su divinidad puede ser detectada en el hecho que ninguna institución meramente humana liderada con tal imbecilidad hubiera durado más de una quincena». Al centro de la Iglesia está Jesucristo, y de Él aprendemos a amar rectamente, a preferir la verdad, a ser misericordiosos, a rezar los unos por los otros, y a llenarnos de esperanza aún en tiempos como este.

Notas

1. «Abusos. Greg Burke: el Papa lo subraya,  las heridas nunca prescriben», Vatican News, https://www.vaticannews.va/es/vaticano/news/2018-08/abusos-greg-burke-papa-subraya-heridas-nunca-prescriben.html 

2. Papa Francisco, Carta al Pueblo de Dios, 20 de agosto, 2018,  http://w2.vatican.va/content/francesco/es/letters/2018/documents/papa-francesco_20180820_lettera-popolo-didio.html 

3. Ver entrevista en http://www.vatican.va/resources/resources_mons-scicluna-2010_sp.html 

4. José Antonio Fortea, «Mi «informe» sobre el informe sobre la pedofilia del gran jurado de Pensilvania», http://blogdelpadrefortea.blogspot.com/2018/08/mi-informe-sobre-el-informe-sobre-la.html 

5. The Demand Project, http://www.thedemandproject.org/Statistics.aspx 

6. Joel Shannon, «Number of registered sex offenders on the rise in PA, but that’s not the bad news», York Daily Record, 19 de junio de 2017, https://www.ydr.com/story/news/2017/06/19/number-registered-sex-offenders-rise-pa-but-thats-not-bad-news/408453001/ 

7. Carta al Pueblo de Dios, Op. Cit.

8. Benedicto XVI, «Carta pastoral del Santo Padre Benedicto XVI a los católicos de Irlanda», 19 de marzo, 2010, http://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/letters/2010/documents/hf_ben-xvi_let_20100319_church-ireland.html 

9. Concilio Pontificio para la Familia, «Conclusiones del Congreso Teológico y Pastoral», Tercera reunión mundial del Santo Padre con Familias, del 11 al 13 de octubre del 2000, http://www.vatican.va/roman_curia//pontifical_councils/family/documents/rc_pc_family_doc_20010329_jub-fam-conclusion_en.html 

10. Carta al Pueblo de Dios, Ibid.

11. Carta a los católicos de Irlanda, Op. Cit.

12. Jon Anderson, «The new push to end priestly celibacy,» Catholic Herald, 25 de febrero, 2016, http://www.catholicherald.co.uk/issues/february-26th-2016/the-new-push-to-end-priestly-celibacy/ 

13. Thomas G. Plante, Ph.D., ABPP, «Six Myths About Clergy Sexual Abuse in the Catholic Church», Do the Right Thing, Psychology Today, 24 de marzo, 2010, https://www.psychologytoday.com/us/blog/do-the-right-thing/201003/six-myths-about-clergy-sexual-abuse-in-the-catholic-church 

14. Carta a los católicos de Irlanda, Op. Cit.

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