El papa Francisco (Jorge Bergoglio, 17 de diciembre de 1936-21 de abril de 2025), falleció el Lunes de Pascua a las 7:35 a. m., a los 88 años. Pasó varias semanas hospitalizado con doble neumonía, pero tuvo una recuperación milagrosa, según la descripción de su médico tratante. Tuvo la oportunidad de compartir momentos especiales de la Semana Santa con los fieles católicos en Roma. El Jueves Santo visitó sorpresivamente la prisión Regina Coeli para estar cerca de los prisioneros.  Recordó cuánto le gustaba lavar los pies de los prisioneros, como Jesús hizo con sus apóstoles, y se lamentó de no poder hacerlo este año. El Domingo de Resurrección, el papa Francisco volvió a aparecer en público. Su mensaje pascual fue leído por el maestro de ceremonias monseñor Diego Ravelli. «¡Cristo ha resucitado! En este anuncio está contenido todo el sentido de nuestra existencia, que no está hecha para la muerte sino para la vida. ¡La Pascua es la fiesta de la vida! ¡Dios nos ha creado para la vida y quiere que la humanidad resucite!». Estas fueron algunas de sus emotivas palabras de ayer. Luego, subió al papamóvil y recorrió la Plaza de San Pedro, para alegría de los peregrinos.

Recordamos al papa Francisco principalmente por su amor por los olvidados de este mundo: los migrantes, los prisioneros, los ancianos, los pobres y otras personas a quienes la sociedad moderna aparentemente pasa por alto. Son múltiples las imágenes que vienen a nuestra mente del papa Francisco abrazando a enfermos, visitando a refugiados en Lesbos, Grecia, o enfatizando el valor de las personas mayores. El papa solía usar la frase «la cultura del descarte» para condenar actitudes de desprecio o abandono de la vida humana. También usó la frase «ver con los ojos de Jesús»: no basta con tener simpatía o misericordia hacia estas personas, sino debemos verlas de verdad, de la misma manera como Dios las ve, con profundo amor porque son seres irrepetibles de infinito valor y dignidad. Francisco quería que la Iglesia católica fuera una Iglesia «en salida», una carpa abierta dispuesta a acoger con cariño a todos los que estuvieran buscando al Señor.

Durante sus doce años de pontificado, eligió destinos poco predecibles para sus viajes apostólicos. Visitó 66 países en 47 viajes fuera de Italia, y entre ellos figuran Myanmar (2017), Irak (2021), Mongolia (2023), Emiratos Árabes Unidos (2019) y Papúa Nueva Guinea y Timor Oriental (2024). Hizo 20 visitas a Europa, 14 a Asia, 7 a América Latina y el Caribe, 4 a África, 2 a América del Norte y 1 a Oceanía. Durante sus años como pontífice, nunca regresó a su Argentina natal. El diálogo interreligioso y la paz eran dos objetivos claros de sus periplos por el mundo.

Después de san Juan Pablo II, es el pontífice que más cardenales ha nombrado: un total de 163 cardenales. Ellos representan a 76 países, incluyendo a 25 países que nunca antes habían sido representados en el Colegio Cardenalicio, como Myanmar, Brunéi, Mongolia, Suecia, Laos y Ruanda. Más de 40 cardenales nombrados por el papa Francisco provienen de América Latina. Quiso conformar un colegio más diverso, con más representación de áreas periféricas.

Nos dejó cuatro encíclicas. Completó Lumen fidei (29 de junio de 2013), la cual fue escrita en gran parte por Benedicto XVI. El tema de este documento es la fe que da sentido e ilumina nuestras vidas. Quizás su encíclica más conocida sea Laudato si’ (24 de mayo del 2015), por abordar el cuidado del ambiente, un tema que preocupaba a Francisco. El 3 de octubre del 2020, en plena pandemia, publicó Fratelli tutti, la cual propone el diálogo, el perdón y la cultura del encuentro como alternativas al individualismo y al racismo. El año pasado, el 24 de octubre, salió Dilexit nos, sobre el amor humano y divino del corazón de Jesucristo. Esta encíclica cierra con un bello pensamiento, apropiado especialmente para hoy, día de su partida al Cielo: «Pido al Señor Jesucristo que de su Corazón santo broten para todos nosotros esos ríos de agua viva que sanen las heridas que nos causamos, que fortalezcan la capacidad de amar y de servir, que nos impulsen para que aprendamos a caminar juntos hacia un mundo justo, solidario y fraterno. Eso será hasta que celebremos felizmente unidos el banquete del Reino celestial. Allí estará Cristo resucitado, armonizando todas nuestras diferencias con la luz que brota incesantemente de su Corazón abierto. Bendito sea».