Traducción por Jessica Paduán para el Instituto Fe y Libertad.
Originalmente publicado en el blog del Institute for Faith, Work and Economics
Este artículo está traducido con permiso del Institute for Faith, Work & Economics (www.tifwe.org). El artículo original apareció aquí. IFWE es una organización de investigación cristiana comprometida con el avance de los principios bíblicos y económicos que ayudan a las personas a encontrar satisfacción en su trabajo y contribuir a una sociedad libre y floreciente. Visite https://tifwe.org/subscribe para suscribirse al blog diario gratuito de IFWE.
Algunos dicen que toda prensa es buena prensa porque llama la atención sobre un tema, una idea o una persona. Venezuela está recibiendo mucha prensa en estos días, pero no hay nada bueno en ello.
La cobertura de los medios continúa detallando las desesperadas condiciones económicas que hunden a los venezolanos en la pobreza y la desesperación.
Vivimos en un momento en que podemos mirar la historia y ver el caos y la violencia que las sociedades de planificación central desatan en los ciudadanos comunes. Deberíamos saberlo mejor, pero no lo sabemos. Quizás pensemos que nunca nos puede pasar a nosotros. Deberíamos preguntar a los venezolanos qué piensan ellos.
La ruta más rápida a la pobreza
Esta es la situación: Venezuela es un país rico en petróleo y capital humano. Pero la mala economía, las malas decisiones políticas y las terribles instituciones siempre vencerán a los motores de la creatividad humana y el espíritu empresarial.
Démosle al presidente venezolano Hugo Chávez el beneficio de la duda y supongamos que impulsó las políticas de gasolina de dos centavos (ahora un centavo por galón) y vivienda gratuita porque se preocupaba por los pobres. Pero cuidar de los pobres es solo una acción necesaria para ayudarlos, pero no es suficiente.
Si queremos ayudar a los pobres, no debemos morder la mano que los alimenta. Esto es lo que hacen las políticas socialistas y de planificación centralizada. A pesar de las mejores intenciones, las personas se quedan sin comida, seguridad y libertad.
Se supone que detrás de tales políticas se puede mover una varita mágica de política y hacer que las cosas sean gratis y eliminar los precios, y, de alguna forma, ¡es algo bueno!
Es contraintuitivo, pero los precios son la mejor herramienta para racionar los recursos escasos. Cuando se permite que emerja dentro de derechos de propiedad bien definidos y bien protegidos, los precios nos ayudan a hacer algo más que «no quedarse sin cosas». Los precios nos ayudan a «obtener más cosas de las que podemos imaginar».
Eliminar los precios y poner las cosas gratis o casi gratis es el camino más rápido hacia la pobreza y la ruina. Hacer algo gratis no lo hace menos escaso. Simplemente significa que tenemos que encontrar otra manera de financiar esas cosas gratis.
Históricamente, para Chávez (y ahora, Nicolás Maduro), esto ha significado un disparo en la inflación monetaria. Eso es un discurso económico de lujo para imprimir dinero. La inflación suele ser el último esfuerzo de un tirano cerca de su desaparición. A menudo resulta en hiperinflación, lo cual es devastador.
¿Qué significa eso en las conversaciones del mundo real? Significa que un dólar ya no vale un dólar. Tanto dinero circula tan rápido que se está devaluando. Esto causa aumentos de costos extremadamente altos y prohibitivos para artículos básicos. Puedes ir a la cama con una barra de pan que cuesta $2 y despertarte con un costo de $100. Ese precio seguirá aumentando a medida que el dinero siga perdiendo su valor. Puedes ver por qué esto es tan perjudicial para los pobres.
La libertad económica y la autonomía personal son los costos de estas políticas dañinas. De los 162 países, Venezuela ocupa el último lugar (solo por delante de Siria) en la libertad económica global.
Esto perjudica a todos, pero afecta a los pobres especialmente porque no tienen ingresos adicionales para soportar la pérdida del valor de la moneda y la pérdida de libertad resultado de la inflación.
Nosotros sabemos mejor
La tragedia de la actual situación económica y política de Venezuela es que es totalmente innecesaria. Sabemos cómo aumentar la prosperidad. Sabemos cómo adquirir y aumentar la libertad económica. Sin embargo, todavía hay muchos ejemplos globales de países que han perdido ambas cosas.
Esto sucede porque a menudo no tenemos una comprensión bíblica de cómo encajamos en el diseño de Dios y lo que él desea para su creación. Fuimos creados para usar nuestros talentos dados por Dios para crear valor para los demás. Cuando hacemos esto, aumentamos el florecimiento y glorificamos a nuestro Creador.
Para hacerlo bien, y fomentarlo en lugares como Venezuela, no debemos frenar la libertad económica y el comercio. Necesitamos precios donde no los hay, en lugar de destruirlos donde ya existen.
Los precios son señales poderosas del mercado. Las políticas destinadas a eliminarlas son la forma más segura y rápida de llegar a la pobreza.
Venezuela puede cambiar. Puede recuperarse económica y políticamente. Hacerlo requiere un buen pensamiento bíblico para fomentar la creatividad humana y eliminar las políticas que equivalen a morder la mano que los alimenta.