El Ministerio de la Verdad, el Ministerio de la Paz, el Ministerio del Amor y el Ministerio de la Abundancia son las instituciones pilares en «Oceanía», la sociedad ficticia en la novela 1984 de George Orwell. Estos cuatro ministerios funcionan en unísono bajo un partido único que vigila, oprime y manipula a toda la sociedad. Para un lector en pleno siglo XXI, a pesar de saber de las atrocidades de los sistemas autoritarios y totalitarios reales del siglo pasado, la novela todavía se lee con cierto recelo. ¿Por qué? La razón es que Orwell advirtió sobre los peligros del totalitarismo y la trasgresión a la libertad humana con su novela publicada en 1949, pero todavía se sienten latentes esos peligros en el mundo actual.
De manera muy específica Orwell aborda el tema de la libertad de expresión y la censura pues en «Oceanía» está totalmente controlada por el Ministerio de la Verdad. Aunque la novela demuestra perfectamente cómo es una sociedad sin libertad de expresión y sus consecuencias, los lectores pueden ir más allá y preguntarse qué limitaciones o peligros hay para la libertad de expresión en las democracias de hoy. Actualmente, los países con sistemas totalitarios pueden contarse con los dedos de una mano; abundan más las repúblicas y democracias, que tienen imperfecciones y por lo tanto pueden fallar a la hora de asegurar algunos derechos.
La libertad de expresión es considerada un derecho humano según el artículo 19 de la Declaración Universal de Derecho Humanos, adoptada por las Naciones Unidas curiosamente alrededor del mismo año en el que Orwell publicó su novela. No ha pasado tanto tiempo desde esta declaración, sin embargo, la tradición liberal ya la veía como tal desde hace mucho. Es por esto que, quienes hemos crecido en «democracias» o alrededor de los valores de la libertad, a veces damos por sentado la libertad de expresión. Hemos tenido la oportunidad de vivir en sociedades con fácil acceso a la radio, televisión e internet para informarnos o incluso para dar nuestra opinión sobre cualquier tema. No nos imaginamos cómo sería un mundo sin estas comodidades. Digo comodidades porque, aunque la libertad de expresión sea un derecho universal, todavía se ve limitada o lejana para algunas personas dentro de países que se consideran democráticos, pero todavía en desarrollo.
Las grandes democracias del mundo ya garantizan la libertad de expresión en sus países y es algo incrustado en sus sociedades, por lo tanto, los problemas o desafíos que tienen se relacionan a examinar si la libertad de expresión es sinónimo de libertad de ofender a otros o si es ético que los medios sesguen las noticias que dan al público. Sin embargo, el verdadero desafío en países en desarrollo es más elemental y es hacer que esa libertad de poder acceder a información o de poder pensar, escribir o hablar sin miedo a las consecuencias, se garantice para todos por igual. La inestabilidad política, la erosión de las instituciones y el rezago en desarrollo social son características de una sociedad en crisis y que muchas veces coexisten con sistemas democráticos. Esto supone un atraso en poder garantizar derechos y libertades. Es por ello que los países desarrollados y los países en desarrollo no tienen los mismos problemas en cuanto a libertad de expresión.
La libertad de expresión es tan importante porque resguarda otras libertades individuales. Los medios de comunicación deben tener esta libertad para poder informar a los ciudadanos y que luego estos puedan ejercer un análisis crítico sobre lo que leen o ven. Es importante para que los ciudadanos en una república democrática se informen sobre quiénes pueden ser sus futuros gobernantes. También para opinar, criticar o aportar al debate sobre la gestión de los actuales gobernantes.
Es necesario que las personas que tienen la facilidad de escribir, publicar o hablar en contra de violaciones a los derechos humanos o transgresiones a las libertades lo hagan porque son quienes evitan que en nuestros países surjan Ministerios de la Verdad como en la novela de George Orwell. No debemos dar por sentado algo que tiene una gran tradición y es tan importante de resguardar siempre. Hannah Arendt nos iluminó sobre los orígenes del totalitarismo, demostrando cómo sus cimientos están en el terror y en los esfuerzos de un régimen por dominar cada aspecto de la vida del hombre. Arendt se refería a esa misma planeación y control que Orwell describió en 1984. Aunque no debemos olvidarnos de los peligros del totalitarismo, más importante aún, debemos estar conscientes que aun en democracias puede haber desafíos para uno de los derechos más importantes que es la libertad de expresión.