¡Samuel Gregg se hace acreedor del Premio Bradley!

por | Blog Fe y Libertad

Jun 3, 2024

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El Instituto Fe y Libertad (IFYL) cuenta con un puñado de padrinos o mentores intelectuales que nos comparten sus ideas y consejos, y que donan su tiempo con generosidad. Entre ellos, destaca el autor y filósofo Samuel Gregg, miembro del Consejo Consultivo Internacional, quien incluso desde antes de la fundación del instituto estaba atento a nuestros primeros pasos.  Recientemente, Samuel Gregg recibió el prestigioso Premio Bradley. ¡Aplaudimos este honroso y merecido reconocimiento!

La Fundación de Lynde y Harry Bradley busca restaurar, fortalecer y proteger los principios y las instituciones estadounidenses: aquellas cualidades y características únicas de dicho país. Reconocen con el Premio Bradley a académicos y profesionales que contribuyen a este fin. Este año, los ganadores fueron Jay Bhattacharya, William B. Allen, y el Dr. Gregg. La ceremonia de entrega se llevó a cabo en el Museo Nacional de Washington D. C. el pasado 21 de mayo.

El presidente y CEO de la Fundación Bradley afirma que Samuel Gregg tiene un talento inusual para articular la importancia de la libertad de mercado, y sus escritos han contribuido a su defensa en una era en que dicha libertad es duramente criticada. La fundación describe a Gregg como «uno de los principales académicos de economía política y la libertad ordenada». Sam es autor de 17 libros y más de 700 artículos. Su libro más reciente es The Next American Economy: Nation, State, and Markets in an Uncertain World (2022).  Además, es miembro de la Sociedad Real de Historia, de la Sociedad Filadelfia, de la Sociedad Mont Pelerin y académico asociado del Acton Institute en Grand Rapids, Michigan. Actualmente ocupa la cátedra Friedrich Hayek en Economía e Historia Económica en el Instituto Americano para la Investigación Económica (AIER por sus siglas en inglés).

En su discurso de aceptación del premio, Samuel Gregg dijo sentirse muy honrado porque entre los anteriores ganadores figuran personas que él admira, como John Taylor, Robert George, Gary Becker y Thomas Sowell. Empezó su discurso refiriéndose a Friedrich Hayek, quien hizo una advertencia potente al mundo, al finalizar la II Guerra Mundial, acerca de los devastadores efectos sociales y económicos del intervencionismo gubernamental. Sobre todo, dijo Gregg, Hayek tenía la certeza la cual curiosamente compartía con su némesis John Maynard Keynes de que las ideas guían los sucesos e influyen en las decisiones de los líderes; Gregg concuerda.

Sam es un inmigrante que llegó de Australia a Estados Unidos hace ya varios años. Los inmigrantes pueden apreciar ciertas cosas que distinguen a los Estados Unidos de otros países. Y una de las cosas que notó Gregg es que el país se fundó sobre unas ideas muy particulares. El autor Michael Novak, hijo de emigrantes eslovacos, también lo notó. Su libro, El espíritu del capitalismo democrático, no solamente describe un sistema económico que funciona, sino que describe cómo los estadounidenses integraron, providencialmente, las ideas clásicas con las ideas de la Ilustración y la religión. Estados Unidos se fundó sobre la unión de «libertad y responsabilidad, ciencia social y filosofía, experiencia y teoría, innovación y tradición, razón y revelación».

Sam reveló que su texto fundacional favorito es el discurso de despedida de George Washington (1796), porque trata sobre las ideas que trascienden en el tiempo. Los colonos en América no recrearon instituciones según la tradición europea sino esculpieron unas instituciones propias, una república y una sociedad comercial. Este inicio fue excepcional.

La actual sociedad estadounidense está plagada por una serie de problemas que la han alejado de ese ideario fundacional, admitió Gregg. El populismo, la demagogia, problemas fiscales, el creciente estado de bienestar, el cronismo y la burocracia excesiva pesan sobre los habitantes del país. Estados Unidos está urgida de buenas personas que tengan el poder de articular buenas ideas para revertir estas tendencias. Es un trabajo solitario, pero necesario.

En el sello estadounidense se lee «novus ordo seclorum», ‘el nuevo orden de las eras’. Se preguntó Gregg: ¿Llegó a su fin este nuevo orden? Respondió inmediatamente que no lo cree así, porque hay unas pocas personas valientes que están dando la batalla de las ideas. 

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