Originalmente publicado en el boletín Gestión y Palabra el 16 de julio de 2025.

Recientemente terminé el libro How God Makes the World a Better Place: A Wesleyan Primer on Faith, Work and Economic Transformation, que es parte de The Oikonomia Series. El libro ofrece una perspectiva desde el pensamiento de John Wesley y la tradición metodista acerca del trabajo, la vida económica, nuestra responsabilidad hacia el prójimo y las instituciones que hacen posible la construcción de un mejor lugar para vivir en cada una de nuestras comunidades.  ¡Recomiendo mucho su lectura!

Dentro de los grandes desafíos que el libro nos plantea, resalto algunas ideas clave:

1. Antes de enfocarnos en qué debemos hacer, es muy importante tener muy claro quiénes somos y quiénes quiere Dios que seamos.
2. Cuando hablamos acerca de nuestro trabajo, vamos mucho más allá de nuestro empleo. Nuestro trabajo implica toda nuestra vida: nuestra relación y rol dentro de nuestra familia, nuestra comunidad, nuestro país, nuestra iglesia y ministerio.

Bajo esas ideas, estos párrafos que encontramos hacia la conclusión del libro me invitan a una profunda reflexión:

Entrégate de todo corazón a la tarea de descubrir cómo se te han dado dones únicos que hacen del mundo un mejor lugar a través de tu trabajo. Date cuenta de que tu trabajo es una tarea sagrada. Ya sea que seas joven, maduro o mayor, nunca es tarde para descubrir cómo el trabajo que eliges hacer, en cada etapa de tu vida, será usado para enriquecer tu propia vida y hacer del mundo un lugar mejor.

Debes saber esto: estarás rodeado por una cacofonía de voces llamándote a muchas visiones contradictorias acerca de tu trabajo. Algunas serán voces de miedo y desesperanza. Te dirán que no eres capaz de hacer nada de impacto, que el mundo no te dejará tener éxito, que los poderosos de este mundo ya definieron el juego en tu contra, que solamente eres un peón usado en las grandes jugadas de poder materialistas de los grandes conspiradores del mundo.  Ellas te dirán, algunas veces de forma sutil y otras de manera abierta, que eres menos que humano. Eres simplemente un «proletario» (empleado, colaborador, recurso o capital humano) para ser usado en los planes egoístas de otros.

Quizás las voces más seductoras te llamarán a una vida en búsqueda de tu propia satisfacción. Serás tentado a elegir un empleo cuando Dios quiere darte un trabajo que se convierta en una misión. Ese trabajo podrá tomar lugar en un gran escenario o quizás en una fábrica o en una tienda en donde tu trabajo hará de ese mundo un lugar mejor, más humano, más creativo, más exitoso, de mayor disfrute, de más valor. Serás tentado a construir una carrera cuando Dios te dé las circunstancias para que puedas hacer una diferencia para toda la vida a través de restaurar a las personas y comunidades a tu alrededor en lugares que reflejen la belleza, la riqueza y el bienestar de Dios.

¿Cómo estamos cada uno de nosotros haciendo el trabajo para el que nos llamó Dios dentro del contexto del empleo que hoy tenemos? ¿Nos hemos hecho las preguntas difíciles y profundas para encontrar nuestro verdadero sentido de identidad anclado en la verdad de que todos y cada uno de nosotros –desde CEO, directores, gerentes, coordinadores, jefes, supervisores, ejecutivos, conserjes, auxiliares y demás– ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, y que esto tiene implicaciones reales para nuestras relaciones interpersonales y laborales y para la manera en que nos conducimos en nuestra sociedad?

¿Cómo resistimos a las tentaciones, tanto de la desesperanza como de las de la búsqueda egocéntrica del éxito personal? ¿Entendemos nuestro rol como enviados por Dios dentro de nuestro lugar en cada esfera, grupo y organización en la que participamos?

Como líderes y dueños de organizaciones, ¿estamos intencionalmente dirigiendo nuestras organizaciones y culturas para que sirvan estos propósitos?

Los invito a reflexionar sobre estos temas y abramos la discusión aquí y durante cada hora de almuerzo en nuestras oficinas y, por supuesto, en casa con nuestras familias.