El Dr. Paul Ehrlich fue invitado para hablar en la conferencia titulada «Extinción biológica», que se llevará a cabo del 27 de febrero al 1 de marzo en la ciudad del Vaticano. El evento es organizado por la Pontificia Academia de Ciencias y la Pontificia Academia de Ciencias Sociales. El biólogo no se retracta de sus fallidas predicciones apocalípticas, ni reniega de sus posturas antinatalistas: quizás el papa Francisco logre durante esta visita lo que nadie ha logrado antes. Además, es importante aclarar que esta invitación no constituye un endoso de las opiniones de Ehrlich, radicalmente opuestas a las enseñanzas católicas.
El Dr. Ehrlich nació en 1932 en Estados Unidos. Es biólogo entomólogo y profesor universitario, especialista en la mariposa Lepidoptera. En 1968, Paul Ehrlich y su esposa Anne publicaron La bomba poblacional, panfleto que se convirtió en un bestseller instantáneo; el pasar de las décadas demostró que era un texto falaz y mal enfocado. Ehrlich admite que las predicciones acerca de la procreación humana en La bomba poblacional se basan en los patrones reproductivos de los insectos. «La batalla para alimentar a toda la humanidad acabó. Ya para los años 70, cientos de millones de personas morirán de hambre . . . Nada puede prevenir un aumento sustancial en la tasa de mortandad mundial», escribió Ehrlich. «Ya nacieron la mayoría de quienes morirán en el mayor cataclismo del mundo», subrayó.
Ehrlich ha sido cuestionado cuando sus predicciones son desacreditadas por los hechos. Desvergonzadamente, responde que erró en «cosas pequeñas», tal y como anunciar el fin de la India, una predicción para nada pequeña. Así se expresó en un documental producido por el New York Times, un periódico centro-izquierda que, por cierto, dejó de promover el mito de la sobrepoblación. En esa entrevista, Ehrlich también reconoce que Inglaterra no cesó de existir en el 2000, como él pronosticó, pero que «solo han pasado 14 años», como si diera igual una década más o una década menos. «La gente no entiende que el tiempo para el ecologista puede ser muy distinto al tiempo para la persona promedio», balbucea. No se arrepiente ni rectifica.
Paul Ehrlich no es el primero en temer que el planeta está sobrepoblado. En el siglo II lo pensó Tertuliano. En 1789, el reverendo Thomas Malthus propuso su famosa tesis según la cual la población crece geométricamente en tanto la producción de los alimentos crece aritméticamente. Malthus fue cuestionado por autores como Godwin (1820), Everett (1826), Carey (1840), Engels y Henry George (1879). Ellos presentaron evidencia y contraargumentos. Engels sugirió una teoría sobre la tasa del crecimiento de la tecnología. Él y Marx estaban convencidos que el socialismo produciría en abundancia para todos; irónicamente, los regímenes marxistas-leninistas implantaron virulentas políticas antinatalistas, con todo y esterilizaciones forzosas. El economista estadounidense Henry George, autor de Progreso y pobreza, comentó sucintamente: «Tanto el gavilán como el hombre comen gallinas, pero entre más gavilanes, menos gallinas; y entre más hombres, más gallinas». En Future Babble — Why Expert Predictions Fail and Why We Believe Them Anyway, Dan Gardner argumenta que pasó prácticamente lo contrario de lo anticipado por Malthus y Ehrlich, debido a insospechados avances científicos y tecnológicos.
La diferencia entre Tertuliano y Malthus, por un lado, y Paul Ehrlich, por el otro, es que los primeros solamente podían esperar que ocurrieran guerras, pestilencias y hambrunas para reducir el número de personas sobre la faz de la Tierra, en tanto Paul Ehrlich vive y trabaja en plena época de la revolución sexual, la legalización del aborto y la eutanasia, y el advenimiento de la píldora anticonceptiva. Sus fatalistas visiones provocaron el movimiento Cero Crecimiento Poblacional, y la teoría se regó por todo el mundo. Entidades de la talla de la Organización de Estados Americanos y la Organización de Naciones Unidas (ONU) elaboraron políticas públicas para atacar lo que se supuso era una excesiva reproducción humana.
Algunos compañeros ideológicos de Paul y Anne Ehrlich son: el científico químico Harrison Brown, el biólogo Garrett Hardin y John Paul Hodren, consejero en ciencias y tecnología de la Casa Blanca de Estados Unidos. El geoquímico Brown fue el primero en lograr aislar un gramo de plutonio; su trabajo hizo posibles las bombas nucleares. Brown escribió El reto del futuro del hombre (1954), donde aseveró que
los de mente débil, los retrasados, los tontos y lentos, y las personas por debajo del promedio en nuestra sociedad se reproducen a un ritmo mayor que las personas superiores en el tiempo presente… ¿Hay algo que podamos hacer para evitar la degeneración de los genes humanos en el largo plazo? Desafortunadamente, ahora hay poco que podamos hacer, excepto prevenir que se reproduzcan las personas con evidentes deficiencias que son peligrosas a la sociedad y que son de sabida naturaleza hereditaria.
Garrett Hardin también favorecía unas «soluciones» francamente grotescas. Consideraba que la «libertad para procrear» era intolerable, y que solamente podríamos preservar otros derechos negando a la pareja el derecho de decidir el tamaño de su familia. Él estaba a favor de límites estrictos a la inmigración de los «no caucásicos», la esterilización obligada, el aborto, la eutanasia y la eugenesia, esa pseudociencia favorita de los nazis que pretende mejorar la raza humana.
En 1973, los esposos Ehrlich y Holdren publicaron Ecología humana. Allí recomiendan que el agua que tomamos podría contener químicos que nos esterilicen. Sugieren practicar vasectomías involuntarias, establecer por ley un máximo de hijos por mujer y esterilizarlas luego, forzar a las madres solteras a casarse o abortar, prohibir la reproducción a personas consideradas inferiores, y disponer del «exceso» de bebés humanos como si se tratara de exterminar cucarachas. Para hacer valer reglas tan draconianas, habría que establecer un «Régimen Planetario», un gobierno mundial prácticamente totalitario.
Ehrlich destila desdén por los humanos: nos ve como bestias desordenadas que banquetean y se reproducen sin límite. Nos compara con bolsas de basura. «La idea de que cada mujer debe tener cuantos bebés desee es, para mí, una idea exactamente como aquella según la cual todos deben tener permiso de tirar cuantas bolsas de basura quieran al jardín del vecino». Para Ehrlich, nuestra mera existencia compromete la sostenibilidad del planeta. No entiende que somos capaces de crear, resolver, producir y restaurar el daño ambiental.
La historia del movimiento Cero Crecimiento Poblacional, inspirado por Ehrlich, es detallada en el documental producido por el New York Times mencionado anteriormente. Los seguidores del entomólogo eran «creyentes verdaderos», afirma Adrienne Germain, siendo ella misma una entusiasta. Junto con otro discípulo converso, Stewart Brand, da declaraciones impactantes en el video. Los creyentes verdaderos temían que la Tierra pronto sería destruida por humanos, señala Germain, expresidenta de la Coalición Internacional para la Mujer. Incluso el presidente Richard Nixon promovió el control de la natalidad, tras convencerse que la humanidad se ahogaría debido a un exceso de personas, tráfico, crimen y contaminación.
En el video, el biólogo Stewart Brand, de joven, pide a las personas tener menos y mejores bebés (nótese el tono eugenístico del comentario). Brand retaba a quienes emprendían un tercer embarazo a hacer una huelga de hambre para sufrir en carne propia lo que padecerían otros, presuntamente más «responsables», a causa de su excesiva reproducción. Brand se retractó públicamente porque pasaron más de cuarenta años y las catástrofes predichas por Ehrlich no se materializaron.
Un momento importante en la trayectoria académica de Ehrlich fue cuando el economista Julian Simon le ganó una apuesta. Simon invitó a Ehrlich a monitorear el precio de cinco bienes de su elección, entre 1980 y 1990. Simon explicó a Ehrlich que si los precios de los bienes subían, ello revelaría su relativa escasez y confirmaría sus temores apocalípticos. Los cinco metales que seleccionó Ehrlich bajaron de precio. A diferencia de Ehrlich, Simon estaba convencido que la humanidad jamás agotaría los recursos necesarios para la supervivencia debido a aumentos en productividad y a su capacidad de innovación.
Señala la entomóloga Elizabeth Willott que, en el presente, incluso el Banco Mundial y la ONU sostienen que la población mundial se estabiliza (aunque a veces, el Fondo de Población [UNPFA] parece no enterarse). De hecho, los demógrafos se preocupan hoy por el fenómeno inverso, «el invierno demográfico», pues la población de los países desarrollados se extingue, con índices de natalidad por debajo de la tasa de reposición de la población de 2.1 hijos por mujer.
El aporte principal del cristianismo a este debate es afirmar el valor de la vida humana. Ningún ser humano que viene al mundo sale sobrando o es rechazado por Dios. Los seres humanos somos parte de la solución a los problemas ambientales. La protección y conservación del medio ambiente no justifica políticas coercitivas de control de la natalidad.