Publicado originalmente el 24 de septiembre de 2024 en Prensa Libre.
«¡No somos canarios!», exclamó el filósofo argentino, Gabriel Zanotti, a un auditorio repleto de estudiantes durante su visita a Guatemala la semana pasada. Zanotti explicó su exabrupto a los intrigados jóvenes: los canarios cantan alegremente, agradecidos por los cuidados de sus dueños, quienes les procuran agua y alpiste con regularidad. Tendrían una vida más dura y corta fuera de su jaula. De forma similar, prosiguió el conferenciante, los dueños de los esclavos en las plantaciones de Estados Unidos justificaron su práctica señalando que eran buenos propietarios y otorgaban un trato digno a sus esclavos. Ellos recibían suficiente alimento, abrigo y vivienda; se les permitía contraer matrimonio y procrearse, y asistir a la iglesia.
Si bien los esclavos de dueños benévolos vivían cómodamente, carecían de libertad. Los seres humanos no somos canarios, y florecemos cuando somos libres para asumir riesgos, aprender, crecer, planificar y gestionar nuestras propias vidas con responsabilidad. Así lo entendieron los padres fundadores de Estados Unidos, quienes creían que Dios hizo a todas las personas iguales, y que nos asisten derechos naturales e inalienables a la libertad, la propiedad y la persecución de la felicidad. Así lo entendieron también Francisco de Vitoria y otros teólogos asociados con la escuela de Salamanca, quienes resaltaron que los indígenas eran seres humanos e hijos de Dios, iguales en todo a los europeos. Cuando Martin Luther King luchó por los derechos civiles en los años sesenta del siglo XX, argumentó que su país tenía una deuda con la población afroamericana según el espíritu de los principios fundacionales del país. Abogó por su libertad, no por privilegios y compensaciones.
A Zanotti le preocupa el acomodamiento de muchas personas, quienes han tolerado el gradual despojo de su libertad personal por parte de sus Gobiernos. Ello se acentúa con el auge del Gobierno benefactor y del socialismo. Ambos sistemas ofrecen seguridad: servicios públicos de salud y educación, garantías de un ingreso básico, vivienda gratuita o subsidiada, y más. En ambas alternativas, el Estado se arroga la responsabilidad por nuestro cuidado, eximiéndonos de responsabilidad. Con una retórica a la vez paternalista y colectivista, nos ofrecen una tentadora jaula.
Ciertos aspectos de la cultura predominante también tienen efectos esclavizantes. Cuando los vicios como el alcohol, las drogas o el uso excesivo de las redes sociales asumen control de nuestras vidas, perdemos nuestra habilidad para tomar decisiones racionales y libres. Quienes viven presos de sus emociones e impulsos, o pasan horas distraídos viendo videos cortos en TikTok, quizás ni se dan cuenta de cómo gradualmente se debilita su capacidad de agencia y autocontrol.
Una vida libre y responsable es por necesidad una vida virtuosa. Las personas libres son capaces de autodominio y asumen con entereza las consecuencias de sus actos. Es complicado y difícil vivir en libertad. La apremiante exhortación de Zanotti a los estudiantes va para todos nosotros: no podemos defender nuestra libertad si no la valoramos. Tampoco estaremos a la altura de la batalla si nos dejamos llevar por la corriente con descuido, o si carecemos de fortaleza y nos cuesta hacer lo debido, o si nuestro carácter es inconstante, manipulable, excitable o pronto a reacciones de ira. Por otra parte, al no dimensionar las amenazas que se ciernen sobre nuestra libertad, estamos perdiendo tiempo valioso y rodando más rápidamente hacia el fondo del precipicio, de tal forma que el camino para recuperar el tesoro que hemos perdido será más empinado y escabroso.