La tergiversación del significado de las palabras y la manipulación del lenguaje ha sido una herramienta utilizada constantemente por quienes quieren dominar a otros o a la sociedad entera. Esa manipulación, de la que el filósofo alemán Josef Pieper habla, se refiere a que el lenguaje puede volverse instrumento del poder pues se engaña a las personas a través de la palabra, haciéndolas ver una realidad que no existe. Esa línea difusa entre lo que se ve y lo que no se ve en las palabras también es posible en el arte. Por eso la obra surrealista de René Magritte, Le Fils de l’Homme (El hijo del hombre), ejemplifica que, al igual que las palabras, lo que está a simple vista puede esconder otras cosas.
La pintura de Magritte muestra a un hombre cuya cara está escondida detrás de una manzana verde. Se llega a ver solamente parte de sus ojos, escondiendo el rostro del hombre. Lo que vemos, esconde algo más. Puede ser una sonrisa o una expresión de desaprobación, pero no lo sabemos. Cuando se juega y se utilizan las palabras con otras intenciones, sucede lo mismo. Puede que estemos hablando de cualquier tema, pero la persona que manipula la denotación de las palabras deliberadamente tiene otros fines, por lo que esconde la realidad tras una fachada para alcanzar sus intereses. Esto es lo peligroso del lenguaje como instrumento del poder, pues no solo tergiversa la realidad, puede llegar a crear nuevas realidades.
En nuestras conversaciones diarias o cuando escuchamos a políticos, ¿estamos prestando atención a lo que dicen y cómo lo dicen? Como con la obra de Magritte, ¿estamos viendo únicamente la manzana o estamos conscientes de lo que hay detrás?