La teoría de la elección pública enfocada en el ámbito electoral busca identificar los comportamientos de los votantes con base en las reglas y dinámicas electorales a los que están expuestos. Esta teoría toma como premisa que los votantes son ciertamente racionales, y que toman en consideración aspectos como los costos de información, el valor relativo de su voto, las posibilidades de que su candidato preferido alcance una segunda vuelta o incluso el comportamiento de los demás votantes. En ese sentido, si bien el comportamiento de los votantes no es del todo predecible, este marco nos ayuda a comprender los incentivos y las consecuencias intencionadas (o no) de ciertas normativas electorales.
El proceso electoral en Guatemala se ha convertido cada vez más en una simple formalidad en la que diversos vehículos electorales compiten brevemente por atraer la mayor cantidad de votos en el menor tiempo posible. La Ley Electoral y de Partidos Políticos establece un período corto de tiempo, alrededor de 3 meses, en los que los candidatos pueden hacer propuestas y argumentar por qué las personas deberían votar por ellos. Las restricciones en la contratación de pauta electoral, que buscaba nivelar la competencia partidaria, han traído consigo lo contrario. Ahora, ante una oferta limitada de espacios publicitarios, los partidos políticos más conocidos o en los que figuran los políticos ‘famosos’ son los que tienen una mayor ventaja. Finalmente, ante las consecuencias de una normativa electoral que fomenta la fragmentación partidaria, los votantes nos enfrentamos ante un reto enorme: los costos de información son altos y el tiempo es escaso.
En un estudio sobre el efecto de campañas cortas y campañas largas en candidatos ordinarios y políticos reconocidos se encontraron una serie de conclusiones interesantes. Los políticos reconocidos (aquellos que ya ejercen una función pública) se benefician de las campañas largas ya que la cobertura mediática suele ser constante y les genera una reputación que es valorada por los votantes. Por otro lado, los candidatos ordinarios (comúnmente nuevos en la política) necesitan que la cobertura mediática que reciben sea lo más próxima a la elección, para poder estar en la mente de los votantes cuando estos estén ejerciendo su voto. Las restricciones a la pauta comercial plantean una limitante a ese comportamiento estratégico, aunque no lo elimina del todo. En ese sentido, los candidatos pueden centrar sus esfuerzos en comunicar a través de las redes sociales mensajes que lleguen a la mayor cantidad de personas en el menor tiempo posible previo a la elección.
Esto nos lleva a un segundo posible fenómeno: el populismo. Un estudio sobre 152 candidatos compitiendo en 73 elecciones alrededor del mundo encontró que los populistas solían tener ciertas cualidades Eran: extrovertidos, narcisistas, psicópatas y ‘maquiavélicos’. El populismo, considerado tanto una forma de hacer campaña electoral como un método para gobernar, podría aprovechar el escenario de una campaña corta para beneficiar a candidatos menos conocidos. Un análisis de los discursos de candidatos encontró que los mensajes populistas generaban mayor cantidad de interacciones en redes sociales con respecto a otro tipo de discursos como los pluralistas, tecnócratas y mensajes neutrales. El voto a candidatos populistas también nos dice mucho sobre la sociedad. Otra investigación encontró que el apoyo a estos puede estar provocado por el aislamiento social, medido como muertes por suicidio o alcohol, o en general un declive en el nivel de capital social.
Otro fenómeno ampliamente investigado por la ciencia política y la rama de la teoría racional es el atractivo de los candidatos y su efecto en los votantes. La evidencia en diferentes países con diversas metodologías demuestra que los candidatos atractivos y que proyectan confianza y capacidad tienden a tener un mejor desempeño electoral. Con respecto a la relación entre los votantes menos informados y las apariencias de los candidatos encontramos que el efecto es aún más marcado. Por un lado, la influencia de la imagen de un candidato pareciera tener un efecto limitado o nulo en los votantes más informados, mientras que la televisión fomenta el voto por candidatos atractivos en votantes menos informados.
En conclusión, la actual normativa electoral caracterizada por provocar una campaña corta, con costos de información altos y con espacios de comunicación restringidos, podría generar una serie de dinámicas dañinas. Por un lado, los políticos actuales tendrán una ventaja sobre los candidatos nuevos ya que poseen mayor cobertura mediática por un lapso de tiempo más prolongado. Estos nuevos candidatos podrían entonces recurrir a campañas populistas para ganar cobertura y atención mediática, posiblemente cerca de las elecciones generales en junio. Finalmente, es posible que la campaña se reduzca a la promoción de imágenes de los candidatos, en detrimento de la discusión de ideas, propuestas o incluso debates ideológicos.