¿Fue Jesús un socialista?

por | Blog Fe y Libertad

Ago 30, 2023

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En un famoso reportaje del Daily Telegraph en 1992, el último líder de la Unión Soviética, Mijaíl Gorbachov, expresó que «Jesús fue el primer socialista, porque fue el primero en buscar una mejor vida para la humanidad». También, en los años sesenta del siglo pasado, en América Latina, permeó la llamada «teología de la liberación», que toma elementos del materialismo histórico marxista para hablar de la «opción preferencial por los pobres» y exacerbar el discurso de la lucha de clases que promueven los movimientos sociales (y en algún momento, los movimientos armados) en la región. 

Por su parte, el líder intelectual de la llamada Nouvelle Droite (Nueva Derecha francesa), Alain de Benoist, en un ensayo de 1977 intitulado «Cristianismo: el comunismo en la antigüedad», ataca las bases ideológicas del cristianismo al que califica de «credo pobrista» y se refiere a los primeros cristianos como una «banda afeminada y dulzona de cobardes» que le arrebataron al Imperio romano «su naturaleza viril y aristocrática». Para Benoist, el monoteísmo judeocristiano es la ideología decadente que corrompió a Europa, alejándola de sus verdaderas raíces paganas indoeuropeas. 

Así las cosas, tanto para extremistas de izquierda y de derecha, quienes van desde el elogio hasta el vilipendio, las enseñanzas de Jesús se relacionan con algún tipo de socialismo. Pero, ¿por qué se ha extendido esta idea tan deformada como errada en tantas partes? ¿Hay algo en la Biblia que sostenga algo así? Sobre esto, Lawrence W. Reed, presidente emérito y miembro superior de la familia Humphreys en la Fundación para la Educación Económica (FEE), nos ofrece la obra Was Jesus a Socialist? (en español ¿Fue Jesús un socialista?), en la que derriba cada una de las falacias repetidas una y otra vez por ideólogos que buscan envolver las enseñanzas de Jesús con un manto socialista. 

Reed nos ofrece la siguiente explicación sobre socialismo [traducción propia]:

El socialismo es la concentración de poder en las manos de élites gubernamentales para lograr los siguientes objetivos: planificación central de la economía y la redistribución forzada de la riqueza. Jesús nunca abogó por nada de eso. En ninguna parte del Nuevo Testamento Jesús le pide al gobierno castigar a los ricos o incluso utilizar el dinero de los impuestos para ayudar a los pobres, tampoco promovió ideas como la propiedad estatal de las empresas o la planificación central de la economía.

Con un conocimiento profundo del Nuevo Testamento, Reed analiza versículos y parábolas bastante conocidos de las Escrituras para argumentar que Jesús nunca apoyó nada ni remotamente parecido a la obligación del Estado de redistribuir la riqueza, nunca pidió la planificación de la economía por un gobierno central y nunca pidió la propiedad estatal de los medios de producción, y que si bien a Jesús le importaba ayudar a los más desafortunados, él no estaba tan interesado en la economía, como sí lo estaba en nuestra alma y acciones individuales. 

Uno de los argumentos más iluminadores que prueba que Jesús nunca buscó limitar la creación de riqueza sino todo lo contrario, explica Reed, es la parábola de los talentos en Mateo 25: 14-30 (pp. 23-24). Un hombre le confió sus riquezas a tres de sus trabajadores. Los dos que invirtieron el dinero y generaron ganancias fueron alabados y el que enterró su parte, para no perderla, fue reprendido. Así como este, hay otras parábolas, como la de los trabajadores en el viñedo y la del buen samaritano, que ejemplifican que las enseñanzas de Jesús no conducen lógicamente al socialismo. 

También son conocidos los comentarios de Jesús contra los ricos en Mateo 19: 23-24, cuando pronuncia: «difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Mas os digo que es más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el reino de Dios». ¿Aborrecía Jesús la riqueza? Reed sostiene que no. En este pasaje Jesús no se refería a que tener dinero sea malo. Argumenta Reed: no es el dinero, sino el AMOR al dinero lo que nos advierte Jesús que lleva al pecado. Jesús denunció el poner el dinero y las posesiones materiales por encima de nuestra vida espiritual y moral.

Un último argumento que problematiza Reed en el libro es ¿por qué entonces los socialistas se erigen como supremacistas de la moral cuando en realidad lo que hace ese sistema en la práctica es institucionalizar la envidia? Por si hubiese alguna duda al respecto, basta con analizar este extracto del ensayo de 1847, de Marx y Engels titulado «Trabajo asalariado y capital» donde escribieron: 

Por mucho que, en el transcurso de la civilización, su casa gane en altura, si el palacio vecino sigue creciendo en la misma o incluso en mayor proporción, el habitante de la casa relativamente pequeña se irá sintiendo cada vez más desazonado, más descontento, más agobiado entre sus cuatro paredes. 

Como alguna vez sentenciara Winston Churchill «el socialismo es el evangelio de la envidia», lo cierto es que la envidia es el axioma moral del socialismo1. De hecho, la envidia sí se encuentra dentro de los siete pecados capitales; está totalmente proscrita en el décimo mandamiento y en la Biblia se encuentran innumerables versículos con enseñanzas que la reprueban. 

Entonces, si Jesús no fue un socialista ¿significa que fue liberal capitalista? Tampoco. Como refiere Daniel Hannan en el prólogo del libro [traducción propia]: 

Jesús no fue socialista. Tampoco fue liberal o conservador, republicano o demócrata, presbiteriano, episcopal, aficionado al jazz o corredor. Es siempre anacrónico definir a personalidades históricas con referencias a corrientes o movimientos que no son de su tiempo.

Debemos cuidarnos de los vicios del presentismo que pretenden obligar al pasado a proveer justificaciones ideológicas a nuestro presente. 

Finalmente, en estos tiempos en los que el papa Francisco afirma (contra toda evidencia estadística e histórica) que «el capitalismo mata» y donde escuchamos toda clase de disparates en los medios de comunicación que señalan que «la avaricia corporativa» es la causante de la creciente pérdida de poder adquisitivo en la población y que el Estado debe asumir el rol providencial de hacer justicia a los oprimidos mediante la redistribución, la lectura del libro de Reed —así como la necesidad de su traducción al español— se hace no solo imperiosa sino apremiante.

1 Sobre este punto, recomiendo el libro del economista y profesor venezolano Guillermo Rodríguez titulado Libres de envidia: la envidia como axioma moral del socialismo, publicado en 2015 por Unión Editorial. También están los famosos trabajos del sociólogo austríaco-alemán Helmut Shoeck, Envy: a Theory of Social Behavior (1969), y del filósofo español Gonzalo Fernández de la Mora titulado La envidia igualitaria: el mal de nuestro tiempo (1984).

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