El valor de un hogar

por | Blog Fe y Libertad

Jun 10, 2024

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G. K. Chesterton escribió: «El lugar donde nacen los niños y mueren los hombres, donde la libertad y el amor florecen, no es una oficina ni un comercio ni una fábrica. Ahí veo yo la importancia de la familia». Esta frase afinca una de mis convicciones más profundas: la familia importa.

Estamos en un mundo tan confundido, ideologizado y distraído, que una persona que promueve el matrimonio y la familia, que impulsa la redignificación del papel de la madre y el papel insustituible del padre en el núcleo familiar, puede ser vapuleado en redes sociales. Por el contrario, cuando alguien afirma lo contrario, o callan o aplauden. Lo cierto es que aunque la familia es una, hay diferentes estructuras familiares (no tipos de familia). Vengo de una que se fracturó cuando tenía apenas doce años, y me duele profundamente cuando alguien afirma «no pasa nada», porque sí, sí pasa, y mucho. Quizá por eso tengo tanto compromiso, pese a mis limitaciones personales, en fortalecer la familia, porque he aprendido, sufriendo, en la escuela de la experiencia propia, que una estructura familiar débil pasa factura.

La buena noticia es que la familia cumple funciones sociales estratégicas. Es el servicio público por excelencia, el mejor ministerio de bienestar social y el medio por excelencia de prevención de problemas sociales, pero no le prestamos la atención debida a su fortalecimiento. El mundo, el Estado, el ambiente y, quizá, algunos núcleos familiares, sin mala intención, están más preocupados y ocupados en preparar hijos para la oficina, el comercio y la fábrica, que para una vida plena.

Soy 100 % promujer, y trabajo en consecuencia, pero me apena que tenemos puesto el esfuerzo en la «perspectiva de género», lo cual implica una visión ideológica de las realidades que nos rodean, en lugar de una «perspectiva de familia». Ojalá pronto comprendamos que la familia es el eje del desarrollo, y que lo que se deja de dignificar empuja las crisis.

Los niños necesitan a su familia, principalmente a sus padres, para su desarrollo integral, que incluye todas las dimensiones de la persona. Ninguna institución, ninguna, se preocupa y se ocupa de la persona en su totalidad como la familia. Ciertas organizaciones lo harán en su situación de pobreza, otras en su salud, unas en el aspecto nutricional, algunas en el académico, etc. Sin embargo, solamente en la familia se afanan en que cada uno de sus miembros crezca en todos los aspectos de la vida.

Los niños necesitan de la familia para comprender y vivir lo que es la verdadera libertad, comprendida como la autodeterminación hacia el bien. La necesitan para educar la conciencia y la vida de fe, que están íntimamente relacionadas, tanto que contamos con evidencia del bien que suponen para la persona, la familia y la sociedad. Es en la familia donde se forman los buenos hábitos que se convierten en virtudes, donde se educa la afectividad y robustece la voluntad, y así se forja el carácter.

Solamente en la familia se trabaja en formarse y en el arte de enseñar a amar, que es la verdadera educación afectiva sexual. Esta no pretende que las personas sean usadas o usen a otras, sin consecuencias, sino que acierten en la elección afectiva que los lleve eventualmente a construir su propia familia, mientras se acompaña, amorosa, asertiva y eficazmente en el itinerario de maduración de la feminidad y la masculinidad.
En la familia tenemos la gravísima responsabilidad de educar para la ciudadanía digital pero también en la vida real, offline, donde se forma para la vida de familia, para el respeto y para una cultura de la paz. La tecnología puede ser un recurso educativo útil, quizá una buena herramienta, pero nada sustituye a la familia para formar en la comprensión de lo que es la verdadera felicidad, que, sin duda, no está en el logro exitista, como se comprende actualmente.

Una estructura familiar sólida está asociada con el buen rendimiento académico de los niños, disminuye el riesgo de fracaso o el abandono de la escuela. Es un determinante positivo de la economía porque brinda beneficios económicos, tanto para los cónyuges (las ventajas económicas son más que la suma de los sueldos de ambos cónyuges) como para los hijos. Por ello constituye un arma contra la pobreza infantil; y si la familia sólida está mejor económicamente, también lo estará el país donde vive.

Pero también es importante considerar que la estructura familiar en la cual crece una mujer influye en la visión y en la calidad de su propio matrimonio. El matrimonio es promujer porque reduce el abuso infantil y el riesgo en las adolescentes de ser abusadas sexualmente; disminuye la edad de inicio de la actividad sexual en las adolescentes y la probabilidad de convertirse en madres solteras.

La familia importa y, conscientes de que hay distintas estructuras familiares, debemos fortalecer esas realidades para la prevención de los problemas sociales y de la familia frágil, incluyendo la provocada por la migración, porque distintas estructuras familiares contribuyen de manera diferente a la promoción y protección de los derechos humanos, al desarrollo, a la justicia y a la paz.

La correlación de una familia sólida con mejores indicadores de riqueza y menores indicadores de deserción escolar, violencia intrafamiliar y abuso sexual, por ejemplo, está más que demostrada en estudios de familia a nivel mundial. Debería existir un trabajo intencionado, principalmente desde el ámbito público, pero también desde el privado, para fortalecer una institución que combate, desde su misma solidez, los problemas sociales. Está claro que, con la transversalidad de una perspectiva ideológica, en prácticamente todos los ambientes, solamente están haciéndose más complejos.

Quisiera que hubiese esa inversión multimillonaria que existe en la implantación de perspectivas ideológicas en el Estado y en las empresas privadas, por presiones gubernamentales o de organismos internacionales, dedicada a una con perspectiva de familia, que ayudase a proteger a los más inocentes de los indefensos, a los niños, a la mujer y a la familia, como célula básica de la sociedad. La familia importa.

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