El trabajo como vocación del hombre y se equivocan quienes lo consideran un castigo

por | Blog Fe y Libertad

May 1, 2024

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El trabajo es la vocación inicial del hombre, es una bendición de Dios, y se equivocan lamentablemente quienes lo consideran un castigo. San Josemaría Escrivá de Balaguer.  

Hoy 01 de mayo, festividad del trabajo en la mayoría de los países del mundo, es oportuno considerar su importancia desde lo humano hasta contemplarlo como vocación divina, a partir de la visita de san Josemarí­a Escrivá de Balaguer.

El trabajo tiene relación con la libertad, el conocimiento, las virtudes, la donación por medio de prestar nuestras habilidades en el servicio hacia los demás y la mejora de nuestros afectos. También es un medio para realizarnos como personas, que no se aleja de los posibles conflictos personales y sociales que puedan surgir, por ejemplo, la conciliación entre las exigencias de la familia y los requerimientos de la profesión.

Cuando trabajamos y buscamos hacerlo bien, es decir “un trabajo bien hecho”, se cuidan los detalles humanos y sobrenaturales; se convierte en una conquista diaria con empeño que se aleja de la rutina y alcanza el brillo que solo se logra cuando unimos lo humano con lo divino. Cobra un sentido más elevado que nos lleva a ser mejores y con ello alcanzar el cielo; se convierte el trabajo en una vocación y medio para alcanzar nuestra santidad.

Las tareas profesionales —también el trabajo del hogar es una profesión de primer orden— son testimonio de la dignidad de la criatura humana; ocasión de desarrollo de la propia personalidad; vínculo de unión con los demás; fuente de recursos; medio de contribuir a la mejora de la sociedad, en la que vivimos, y de fomentar el progreso de la humanidad entera…

 

Para un cristiano, estas perspectivas se alargan y se amplían un poco más, porque el trabajo —asumido por Cristo como realidad redimida y redentora— se convierte en medio y en camino de santidad, en concreta tarea santificable y santificadora (Forja, punto 702).

Al ser conscientes de su grandeza y que da sentido a nuestra vida, cada jornada genera en nosotros actitudes positivas, motivadoras, creativas y emprendedoras, sin olvidar sus momentos gratos y difíciles, sus éxitos y fracasos con sus luces y sombras, porque todo ¡interesa y le agrada a Dios!

San Josemaría toma como su referente principal el trabajo de Jesús y de san José en su taller de Nazaret, lo convierte en el mejor modelo del trabajo cotidiano, oculto y bien hecho, porque apoyados en la Gracia Divina podemos también nosotros convertir y santificar todas las estructuras temporales, para llevarlas hacia la Redención. No importa el trabajo que desempeñemos, si de un alto ejecutivo o bien un trabajo sencillo que casi no se perciba por los demás, el mejor trabajo será siempre el que desarrollemos con más Amor a Dios. Como consecuencia, trabajamos con ilusión profesional y logramos transformar los lugares y actividades en donde nos desempeñemos.

El gran privilegio del hombre es poder amar, trascendiendo así­ lo efímero y lo transitorio. Puede amar a las otras criaturas, decir un tú y un yo llenos de sentido. Y puede amar a Dios, que nos abre las puertas del cielo, que nos constituye miembros de su familia, que nos autoriza a hablarle también de tú a Tú, cara a cara (Es Cristo que pasa, punto 48).

Trabajar con plenitud de sentido, respondiendo al amor de Dios, no equivale a trabajar sin esfuerzo y sin cansancio durante la jornada, pero podemos realizarlo viviendo algunos de los siguientes rasgos: 

1. Calidad técnica; que conlleva a no hacer chapuzas en el trabajo, porque la perfección sobrenatural reclama y exige la excelencia humana. 

2. Atención a los detalles; esmerarnos en realizar nuestro trabajo cuidando todos los detalles porque nos motiva ofrecerlo a Dios.

3. Un trabajo acabado; esforzarnos por llevar el trabajo hasta el final, pasando por encima del cansancio, la prisa, el deseo de empezar otra cosa, nos ayuda a ser perseverantes aun cuando resulte cuesta arriba. 

4. Trabajo y alegría; en la presencia de Dios, nos convertimos en personas más productivas, con buena disposición, generosidad y espíritu de servicio hacia los demás.

Con relación al espíritu de servicio, podemos considerar de nuevo el ejemplo de Jesús y san José y su trabajo en Nazaret que, por ser un pueblo pequeño, sin duda desarrollaban otras actividades además de la carpintería. Pondrían en marcha un molino que se averió, arreglarían las goteras del techo antes de la época de lluvia, siempre apoyando a los demás y sacándoles de apuros, haciendo agradable la vida, acompañando cada servicio con una sonrisa y palabras amables.  

Un trabajo hecho por amor impulsa al ejercicio de la razón para encontrar el mejor modo de realizarlo.

El trabajo es parte esencial de nuestra vida, en donde coincidimos con los demás y con Dios, según el texto de la Sagrada Escritura «El Señor Dios toma al hombre y lo colocó en el jardín de Edén para que lo trabajara y guardara» (Gen 2,15 Biblia de Navarra) no es un castigo, es algo bueno y positivo porque Dios lo consideró desde siempre para que tengamos una vida plena y feliz.

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