El legado del diálogo en 1821

por | Blog Fe y Libertad

Sep 18, 2024

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Hay un motivo particular por el que deberíamos sentirnos muy orgullosos de cómo se trató de hacer la independencia en Guatemala. Y digo «trató» porque un tal Agustín de Iturbide, desde México, impidió que la independencia de Guatemala y Centroamérica se pudiera desarrollar tal como fue pensada originalmente: una independencia pacífica, política y pactada.

El acta del 15 de septiembre de 1821 invitó a las provincias centroamericanas a que eligieran a sus respectivos diputados para reunirse en un congreso centroamericano convocado para el 1 de marzo de 1822: congreso en el que se debía elegir, de manera formal, legal y por mayoría, tanto la independencia como, en caso de acordarla, el nuevo sistema de gobierno con el que se dotaría Centroamérica (monárquico o republicano).

En este sentido, las autoridades políticas de Guatemala, con base en la Constitución Política de la Monarquía Española y reconociendo y respetando la autonomía por ella concedida a las diferentes provincias centroamericanas, invitaron al resto de autoridades provinciales centroamericanas a que eligieran diputados, los enviaran a Guatemala y, entre todos, tomaran una decisión sobre qué hacer. Las autoridades políticas de Guatemala ofrecían así, con el acta del 15 de septiembre de 1821, un nuevo pacto a las diferentes provincias centroamericanas para mantenerse unidas y tomar decisiones desde Centroamérica para Centroamérica.

El problema en ese momento fue que, junto al pacto propuesto por las autoridades guatemaltecas para Centroamérica, existía otro pacto propuesto desde México para Centroamérica. Más que un pacto, se trató de una imposición: cuando Agustín de Iturbide, desde México, proclamó el Plan de Iguala el 24 de febrero de 1821, señaló que su intención era independizar a la «América Septentrional», América que, según la Constitución Política de la Monarquía Española, incluía al antiguo Reino de Guatemala. 

Así las cosas, para finales del año 1821 existían sobre la mesa dos pactos diferentes para los centroamericanos. Por una parte estaba el pacto propuesto por Agustín de Iturbide, desde México, en el que el antiguo Reino de Guatemala quedaba incorporado al primer imperio mexicano, cuya forma de gobierno sería la monárquica constitucional. Por otra parte se encontraba el pacto propuesto por las autoridades guatemaltecas el 15 de septiembre de 1821, en el que se convocaba a un congreso centroamericano para decidir, entre todas las autoridades centroamericanas, sobre la independencia y sobre la forma de gobierno. 

Hasta aquí no debería haber ningún problema porque lo que se estaba ofreciendo a los centroamericanos eran dos opciones o pactos diferentes ante la realidad política que se estaba viviendo en toda Hispanoamérica. Cuando digo dos párrafos arriba que el pacto propuesto desde México fue un problema, lo digo porque no fue realmente un pacto, sino una imposición autoritaria y violenta, en donde Agustín de Iturbide envió tropas imperiales a Guatemala y Centroamérica para obligarlos a unirse al imperio mexicano, como efectivamente terminó sucediendo.

El pacto propuesto por las autoridades guatemaltecas, reflejado en el acta del 15 de septiembre de 1821, tuvo una primera vida muy corta. Para el 27 de noviembre de 182,1 el jefe político de Guatemala, Gabino Gainza, recibió una carta de Agustín de Iturbide, desde México, en donde le indicó que no estaba de acuerdo con lo acordado en el acta del 15 de septiembre de 1821, concretamente en el punto de convocar a un congreso centroamericano donde se decidiera, libremente, la forma de gobierno. Para Agustín de Iturbide, ese congreso centroamericano no debía realizarse porque Centroamérica tenía que ser monárquica, frente a la amenaza que suponía para él el sistema republicano, y debía estar unida al primer imperio mexicano. Por ello, terminó su carta con una amenaza solapada, indicado a Gabino Gainza que, en ese preciso momento en el que estuviera leyendo esa carta, estaba marchando a Guatemala y Centroamérica «una división numerosa y bien disciplinada, que llevando por divisa la Religión, Independencia y Unión, evitará todas las ocasiones de emplear la violencia, y solo reducirá su misión a proteger con las armas los proyectos saludables de los amantes de la Patria». (1) 

Dos días después de haber recibido la carta, Gabino Gainza, tras reunirse con las autoridades políticas de Guatemala, decidió dejar sin vigencia el acta guatemalteca del 15 de septiembre de 1821 y establecer un segundo pacto, precipitado y condicionado por la llegada de las tropas imperiales mexicanas. En él, invitaba a los diferentes ayuntamientos centroamericanos que permanecían alineados con el primer pacto guatemalteco a que enviaran, a la mayor brevedad posible, su decisión sobre qué hacer; en función de lo que dijera la mayoría, se tomaría una decisión desde Guatemala. Por supuesto, la mayoría de los ayuntamientos que pudieron remitir su voto a Guatemala (ya que por la premura requerida no todos los ayuntamientos tuvieron tiempo de enviar su voto), estuvieron de acuerdo en unirse al primer imperio mexicano: ya venía un ejército imperial a invadir, y Guatemala y Centroamérica no tenían ejército con el cual defenderse. Ante esa realidad, pudo más el pragmatismo. 

De esta manera precipitada y de dudosa legalidad y representatividad, Guatemala y Centroamérica se unieron al primer imperio mexicano. Solo quedaron varias ciudades de la Provincia de San Salvador que se resistieron y que siguieron defendiendo el primer pacto guatemalteco del 15 de septiembre de 1821 y la convocatoria a un congreso centroamericano donde los centroamericanos, libremente, decidieran sobre su propio destino. Su buena voluntad política fue aplastada por las tropas imperiales mexicanas, quienes, tras invadir la Provincia de San Salvador, los obligó a que se unieran al primer imperio mexicano.

Por caprichos de la historia, el acta del 15 de septiembre de 1821 tuvo una segunda vida tras la caída del primer imperio mexicano en 1823 y la decisión de las autoridades mexicanas en Guatemala de convocar a un congreso centroamericano a mediados de 1823, con base en lo establecido en el acta del 15 de septiembre de 1821, para que, ahora sí, los centroamericanos pudieran decidir, libremente, qué hacer. El resultado fue el surgimiento de la República Federal de Centroamérica, pero esa es otra historia. 

En una época en donde las voluntades se imponían por la fuerza de las armas, las autoridades guatemaltecas optaron, a través del acta del 15 de septiembre de 1821, por ir a contracorriente y optar por la vía difícil: la del diálogo, la del pacto político y la del reconocimiento a la representatividad política de los diferentes pueblos que conformaban el antiguo Reino de Guatemala. El cómo se intentó el proceso de independencia en Guatemala y Centroamérica, a través del acta del 15 de septiembre de 1821, debería ser uno de los principales aspectos de orgullo y de celebración cada 15 de septiembre.

Referencias

Memoria Política de México. (s. f.). 1821 Carta al señor Don Gabino Gaínza, Jefe Político Superior de la Provincia de Guatemala. Agustín de Iturbide. https://www.memoriapoliticademexico.org/Textos/1Independencia/1821-C-%20AI-PSPG.html

 

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