Traducido por Angela Ozaeta Alvarado para el Instituto Fe y Libertad.
En una ocasión leí que las personas no se convencen por argumentos, sino por historias. Si bien creo que esto tiene algo de verdad, no comparto ese sentimiento en su plenitud. Las historias, al fin y al cabo, son teorías sobre el universo o, por lo menos, sobre una parte de él. Por lo tanto, en algún momento deben recurrir a la razón. Las historias no están exentas de argumentos.
Dentro de la colección de formas de escritura, encontramos un tipo de obra que no es ni historia ni ensayo; más bien, radica en algún lugar entre ambas. Me gusta pensar en este tipo de escritura como más cercana a la poesía, sin ser puramente lírica. La ventaja de este tipo de obra es que, al excitar las emociones, obliga a la mente a considerar puntos previamente descartados, ignorados o jamás considerados. Esta forma de escritura es el manifiesto.
Como cualquier forma artística, el propósito del manifiesto es alinear la voluntad, la mente y las pasiones hacia la obtención de la verdad. Pero, como todo arte, el manifiesto también puede utilizarse con intenciones cuestionables. Cuando las emociones se inflaman pero desamparan la mente, cuando la mente se deja llevar por el enojo o, incluso, el júbilo, es entonces cuando el manifiesto se convierte –de manera intencionada o no– en una herramienta que tergiversa la verdad. En estas ocasiones, como consecuencia, se convierte en antiarte.
Esto es precisamente lo que sentí al leer Why Liberalism Failed, de Patrick Deneen. Al descubrirlo por primera vez, su título en verdad me atrajo; me intrigaba aprender qué, si acaso algo, es lo que había ocasionado el fracaso del liberalismo. Sin embargo, lo que encontré en este libro me sorprendió. Aunque su prosa es hermosa, me topé con poco más que palabras bellamente adornadas y un sentimiento de irritación a medida que avanzaba con la lectura. Que una obra haya sido tan elogiada y tener poco que mostrar a cambio es, a mi parecer, un síntoma de una severa pobreza intelectual.
Cuando una idea se critica con el propósito de iluminar a los demás y de sacar a la luz la verdad –una responsabilidad que todo académico comparte–, el proceso debe ser tomado con la debida seriedad. Por lo tanto, esperaba que el libro incluyera una definición del liberalismo. Desafortunadamente, este concepto ha adoptado diversos significados desde su origen en el siglo XVIII, y Deneen de alguna manera se salta este proceso. No me fue posible encontrar en sus páginas una definición clara de lo que se refiere con liberalismo. Ante esta ausencia, pensé largo y tendido sobre el significado del liberalismo y sus principales ideas. Esto fue lo que concluí.
El liberalismo es, en esencia, la noción general de que la razón es real y que puede aprender verdades sobre el mundo. Esto significa el mundo natural, el mundo social y el mundo interno. Aunque no todo lo que propone el liberalismo es nuevo, la idea más innovadora que propone tiene que ver con la organización política: el mundo social. El liberalismo propone lo siguiente:
- Los humanos tienen derechos y estos son intrínsecos a su naturaleza; no les son otorgados por Gobiernos.
- Estos derechos incluyen, por lo menos, el acceso a la propiedad privada (incluyendo la libertad de conciencia), el derecho a expresarse libremente, el derecho de asociación con otros.
- El papel del Gobierno es defender el Estado de derecho, incluso mediante la violencia, de ser necesario.
Bajo mi punto de vista, una crítica racional y meticulosa sobre por qué fracasó el liberalismo debería haberse propuesto, en primer lugar, demostrar que estas tres ideas enumeradas no son reales o no es posible crearlas a través de una entidad política (un Gobierno). Deneen fracasa en hacer ambas cosas.