El siguiente artículo fue publicado por Hugh Whelchel en Institute for Faith, Work, and Economics el 22 de noviembre de 2017.
Mientras damos gracias por la abundancia de la cosecha y las bendiciones de Dios en nuestras vidas, ¿qué podríamos aprender de un joven caprichoso, tornado pastor, sobre las festividades modernas del Día de Acción de Gracias? Este pastor aprendió de sus experiencias personales sobre la necesidad de tener recordatorios visibles del trabajo que Dios realiza en nuestras vidas.
Una historia de transformación
Robert Robinson nació en una familia pobre en Inglaterra a mediados del siglo XVIII, y su padre falleció cuando tenía ocho años. Enojado y amargado, se rebeló en sus años adolescentes, involucrándose con una pandilla y pasando su tiempo bebiendo, apostando y causando problemas.
En 101 Hymn Stories, Kenneth Osbeck escribe cómo una noche Robinson y sus amigos fueron a escuchar al gran predicador evangelista itinerante, George Whitfield, con la intención de interrumpir el servicio. Pero esa noche, Whitfield predicó sobre el texto de Mateo 3:7: «(…) ¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera?» (RVR1960).
Por su propia admisión, a Robinson lo invadió un gran sentido de convicción que duró varios años. Al cumplir los veinte, Robinson entregó su vida a Cristo y se convirtió en un ministro, estudiando bajo la tutela de John Wesley. Dos años después, Robinson escribió uno de los himnos más populares de la Iglesia: Ven, tú fuente de toda bendición (Come, Thou Fount of Every Blessing).
La segunda estrofa de la canción comienza con la frase: «Aquí levanto mi Ebenezer». Con esta frase Robinson no hace referencia al personaje principal de la obra Un villancico navideño, por Charles Dickens, sino a un evento en la Biblia, específicamente tomado de 1 Samuel 7:12.
Israel necesitó el primer recordatorio
En la historia del Antiguo Testamento, los guerreros israelitas, temiendo por sus vidas, rogaron con el profeta Samuel para que orara por su próxima batalla contra los Filisteos. Samuel ofreció un sacrificio al Señor y oró para que el ejército israelí saliera victorioso. Como resultado, los israelíes derrotaron decisivamente a los filisteos. Luego de la batalla, leemos, «Tomó luego Samuel una piedra y la puso entre Mizpa y Sen, y le puso por nombre Eben-ezer, diciendo: Hasta aquí nos ayudó Jehová» (1 Samuel 7:12, RVR1960).
En su himno, Robinson no está sugiriendo que todos vayamos fuera y construyamos monumentos a Dios. Al contrario, como él observa en la estrofa, nuestros corazones son dados a divagar y necesitamos piedras de toque en nuestras vidas que nos recuerden lo que Dios hace por nosotros como individuos y, por extensión, por todo el pueblo de Dios «hasta ahora».
Las fiestas: un recordatorio vivido
Dios sabía que su pueblo podría desviarse del camino y que necesitaba recordatorios de Su fidelidad. En el Antiguo Testamento, Dios le dice a Moisés que inicie las siete «fiestas» durante el Éxodo: «Habló Jehová a Moisés, diciendo: Habla a los hijos de Israel y diles: Las fiestas solemnes de Jehová, las cuales proclamaréis como santas convocaciones, serán estas:» (Levítico 23:1-2, RVR1960).
Estas siete fiestas debían servir como piedras de toque culturales, recordatorios al pueblo de Israel sobre las abundantes bendiciones de Dios y Su ayuda en sus vidas, en el pasado, presente y futuro.
Por ejemplo, la Fiesta de los Tabernáculos, una fiesta de otoño, agradece a Dios por la cosecha actual e, históricamente, por la providencia de su pueblo en medio de la naturaleza salvaje. También preveía que más adelante se recibiría una bendición última en el futuro, con la venida del Mesías.
Quizás sea la fiesta de los Tabernáculos la que los peregrinos usaron como un modelo para el primer Día de Acción de Gracias en el otoño de 1621. Y mientras ésta se ha convertido en una piedra de toque cultural para muchos en la actualidad, ha perdido gran parte de la importancia bíblica que tuvo para los Padres Peregrinos. Como miembros de la joven iglesia de América, los peregrinos creían que su verdadera ciudadanía era en el Cielo y que ellos eran unos extraños y alienígenas en esta época (1 Pedro 2:11-12, Hebreos 11:13-16). Sin embargo, esto no reduce la importancia del trabajo al cual Dios los había llamado durante sus vidas.
C. S. Lewis comentó acerca de esta idea en Mero Cristianismo, sugiriendo que aquellos cristianos que sirven más efectivamente en este mundo son los que tienen un enfoque eterno:
Fue a partir de que los cristianos comenzaron a pensar menos en el otro mundo que se hicieron más ineficaces en éste. Apunta al cielo y también le darás a la tierra; apunta a la tierra y no le darás a ninguno.
Necesitamos acoger las festividades como el Día de Acción de Gracias, la Navidad y la Semana Santa como nuestros Ebenezeres culturales, dejando que nos recuerden de las bendiciones grandes de Dios en nuestras propias vidas, tanto en el pasado como en el presente. Estas fiestas también nos ayudan a recordar la bendición máxima que está por venir, esa nueva era que será escoltada por el retorno de Cristo, una nueva era cuando viviremos para siempre con nuestro Mesías en un nuevo Cielo y una nueva tierra.
La confesión de Robinson en su himno penetra al corazón y debería resonar a todo creyente:
Propenso a divagar, Señor, lo siento,
Propenso a dejar al Dios que amo;
Aquí está mi corazón, O tómalo y séllalo,
Séllalo para Tus atrios celestiales.
Corazones deambulantes encuentran ríos de misericordia
Las leyendas urbanas sostienen que Robert Robinson luchó con la depresión y la duda en sus últimos años, y que se alejó de Dios. Un día, mientras viajaba en una carroza, una joven mujer intentó animar a Robinson leyéndole la letra de una canción que había sido una gran bendición para ella: «Ven, tú, fuente de toda bendición».
Robinson, conmovido hasta las lágrimas, supuestamente respondió: «¡Señora, yo soy el hombre pobre e infeliz que compuso este himno, hace muchos años. Y daría mil mundos, si los tuviera, para volver a gozar de los sentimientos que entonces tenía!».
La mujer amablemente respondió: «Señor, “los ríos de misericordia” siguen fluyendo».
Aparentemente, estaba tan emocionado por el encuentro que se arrepintió y su hermandad con el Señor fue restablecida. Yo no puedo confirmar si esta historia es verdadera, pero lo que sí sabemos es que Dios, a través de su misericordia y su gracia, persigue a los errantes. Por esta y tantas otras bendiciones, es apropiado alabarlo y marcar estos regalos con nuestros «Eben-ezeres», sean culturales o de otro tipo.
¡Oh, a la gracia tan grande deudor,
diariamente estoy obligado a ser!
Deja que Tu bondad, como un grillete,
ate mi corazón errante a Tí.
¡Feliz Día de Acción de Gracias a ustedes y a sus familias!