La palabra adviento viene del latín adventus, que significa ‘venida’ o ‘llegada’. Es el tiempo en el que los cristianos nos preparamos para recibir a Jesús en Navidad. Dura cuatro semanas y siempre empieza el domingo más cercano al 27 de noviembre. Es un tiempo de oración, reflexión, esperanza y alegría. Por eso, los colores litúrgicos son el morado, que representa la preparación y la penitencia, y el rosado, que expresa la alegría por la cercanía de la Navidad.
El domingo anterior al primer domingo de Adviento celebramos la solemnidad de Cristo Rey, una fiesta que recuerda que Jesús es el Rey del Universo y el centro de la historia de la salvación. Esta celebración marca el final del año litúrgico. El nuevo año de la Iglesia católica comienza justamente con el Adviento, no el 1 de enero. A lo largo del año litúrgico recorremos los grandes momentos de la vida de Jesús: Adviento, Navidad, Tiempo Ordinario, Cuaresma, Semana Santa, Pascua y nuevamente el Tiempo Ordinario, que termina otra vez con Cristo Rey.
El Adviento, tal como lo celebramos hoy, tomó forma entre los siglos IV y V. En un principio duraba tres semanas y estaba marcado por prácticas de oración y penitencia. Algunos papas, como Siricio, promovieron un Adviento más largo, de seis semanas. Finalmente, el papa Gregorio Magno estableció el tiempo actual de cuatro semanas, que es el que conservamos hasta hoy.
Con los siglos, varios símbolos fueron creciendo alrededor de este tiempo especial. Muchos de ellos se han convertido en tradiciones que hoy compartimos en la Iglesia y en casa.
Uno de los símbolos más conocidos es la corona de Adviento. Se hace con ramas verdes —de pino, ciprés o abeto— que representan la vida y la esperanza que vienen de Dios. Tiene cuatro velas: tres moradas y una rosada. Cada domingo encendemos una vela, y cuando llega el tercer domingo (domingo de Gaudete) encendemos la rosada, que marca la alegría porque ya falta poco para la Navidad. En algunas coronas se agrega una quinta vela blanca que se enciende la noche del 24 de diciembre como símbolo del nacimiento de Jesús, la Luz del mundo. Aunque esta tradición nació entre los luteranos, hoy es compartida por muchas iglesias cristianas.
El árbol de Jesé
El árbol de Jesé es una tradición antigua que ayuda a recordar la historia de la salvación. Su nombre viene de Jesé, el padre del rey David, antepasado de Jesús. Este árbol no se adorna con esferas o luces, sino con símbolos bíblicos: la estrella de David, el sol, la zarza ardiente, el arca de Noé, el cordero pascual, la llave de David, la escalera de Jacob, y otros. Cada símbolo nos recuerda una promesa o un momento importante de la Biblia que anuncia la llegada de Jesús. Es una manera hermosa de aprender la historia de Dios con su pueblo, especialmente para los niños y jóvenes.
El pesebre es uno de los signos más queridos del Adviento. Aunque hoy lo encontramos en casas, iglesias y plazas, comenzó gracias a san Francisco de Asís, en los siglos XII y XIII. Él quiso mostrar de manera sencilla cómo nació Jesús y organizó la primera representación.
En el pesebre colocamos a María, José, los pastores, las ovejitas, el buey y la mula —el buey representa al protector del pesebre y la mula la humildad—, la estrella y los tres reyes magos. El Niño Jesús se coloca en Navidad, como señal de que lo hemos estado esperando. El pesebre nos recuerda que Jesús nació pobre, humilde y rodeado de amor.
El calendario de Adviento
El calendario de Adviento es otra tradición muy popular, también iniciada por los luteranos. Va del 1 al 24 de diciembre. Cada día se abre una ventanita, que puede contener un versículo bíblico, una oración, una imagen, un dulce o un pequeño regalo. Es una forma sencilla y alegre de ir contando los días que faltan para la Navidad, especialmente para los niños.
El Adviento es un tiempo para vivir en familia, para hacer una pausa y volver a lo esencial. Podemos encender juntos las velas, rezar una pequeña oración, armar el pesebre con cariño o colgar los símbolos del árbol de Jesé. Lo importante es que estos gestos, grandes o pequeños, nos ayuden a preparar el corazón.
Que este Adviento nos encuentre atentos, alegres y dispuestos a recibir al Niño Jesús en nuestro hogar y en nuestra vida.