Sep 14, 2022

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Aguardo, nerviosa, el nacimiento de mi nieto Gabriel, sola en la sala de espera del hospital. Pienso en el país que querríamos heredar a nuestros hijos y nietos. Es la víspera de la celebración 201 de la firma de la independencia, aquel 15 de septiembre de 1821.

Siguen en lugar las restricciones hospitalarias por la pandemia de Covid-19: exigen el uso de la mascarilla, y hacen valer estrictas restricciones para los visitantes. Probablemente las salas de espera nunca se vuelvan a llenar de familiares ruidosos a la expectativa del alumbramiento; antes, las familias procuraban estar cerca de la pareja de padres, para manifestarles a ellos y al recién nacido su natural cariño y apoyo.

Deseo para Gabriel y para los demás niños que cuenten con esa maravillosa red que llamamos familia extendida, y que transmitan ese tesoro a las generaciones venideras. Guatemala es rica por estos variopintos núcleos familiares que nos convierten, desde el día que venimos al mundo, en el eslabón de un clan, ya sea por vínculos sanguíneos, o por compadrazgos y lazos de amistad. Aunque a veces nos parezcan inoportunos, exigentes, o juzgones, los miembros de nuestras familias son escuela de virtudes, la motivación para dar lo mejor de nosotros mismos y el consuelo en tiempos de sufrimiento. No quisiera que nuestra sociedad emule a las sociedades industrializadas, afligidas por la pandemia de la soledad: sus familias se han desintegrado o son disfuncionales. Ya no sacralizan las promesas nupciales, ya no traen bebés al mundo, y ya ni siquiera saben cómo extrañar a la familia natural que perdieron.

Deseo que nuestros hijos y nietos se aferren a los principios judeocristianos que nos transmitieron nuestros antepasados. Que nunca dejen de sonar las campanas convocándonos a nuestros respectivos servicios religiosos, y que el calendario anual esté siempre repleto de fiestas santas, con todo y cohetillos, fogatas, procesiones, chinchines, ferias, comidas especiales y alfombras de aserrín. Que nunca dejemos de hacer pausas a lo largo del año para dar gracias al Creador y a quienes nos rodean.

Deseo que nuestros hijos y nietos gocen de libertad: libertad interior, para amar a Dios porque «se les da la gana», y libertad exterior, social, para cooperar unos con otros y entrar en acuerdos voluntarios y mutuamente ventajosos. Que los guatemaltecos comprendan, cada día más, las bondades de los ecosistemas libres. Que el Estado de Derecho se haga palpable al punto que todos los habitantes perciban la seguridad de que su vida, libertad y propiedad serán sacrosantas, y que una eventual violación a dichos derechos básicos será castigada por ley y condenada moralmente.

Deseo que los guatemaltecos del futuro protejan el Estado de Derecho, la libertad religiosa y su mercado libre, y pongan en lugar candados constitucionales que resguarden estos límites, y se mantengan alertas y cívicamente educados a fin de que ningún charlatán político les venda promesas populistas castristas-chavistas-sandinistas-boricqueanas, las cuales, para mar de colmo, son ofertas vacías e incumplibles. Que resistan a los intentos por fabricar divisiones, ya sea de clase, raza, género, ideología o más, para sembrar la conflictividad y coronar con el poder a gobernantes neomarxistas que se robarán nuestras libertades y nuestra prosperidad. Que rememoren los trágicos desenlaces de la revolución bolchevique, maoísta y bolivariana, entre otras, para no repetir la historia.

Deseo para Gabriel y todas las generaciones futuras que no les falte la sabiduría, la alegría de vivir, el afán de innovar y crecer, y el humus necesario para que puedan florecer.

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