Publicado originalmente el 11 de julio de 2022 en Prensa Libre.
Aprendamos de Cuba, Venezuela, ¿y Colombia?
Asombro y respeto: esto deben inspirar los mercados. Son órdenes espontáneos, ecosistemas frágiles y dinámicos, que florecen cuando los gobernantes se abstienen de controlarlos, al tiempo que hacen valer los contratos, la propiedad privada y el Estado de Derecho. El sistema de precios recoge las cambiantes preferencias de miles de oferentes y demandantes, y comunica información valiosa. Las políticas públicas intervencionistas, como un subsidio o un precio tope, distorsionan los precios y reencauzan el comportamiento de miles de personas. Conforme aumentan las regulaciones, más confusas serán las señales y menos óptimas serán las decisiones de las personas. El intervencionismo y la incertidumbre engendran la pobreza. El intervencionismo extremo, producto de ideologías socialistas, destruye los ahorros familiares que costaron el sudor y el esfuerzo de generaciones.
Cuba y Venezuela son dos tragedias económicas ilustrativas. El Producto Interno Bruto (PIB) per cápita de Cuba era igual que el de España en los años cincuenta, pero ya en 1963, el PIB per cápita de España doblaba el de la isla comunista. Después de Corea del Norte y Venezuela, Cuba es el país con menos libertad económica. Al socialismo del siglo XXI le tomó menos de 20 años destruir la economía venezolana: después de unos años de bonanza por el alto precio del petróleo, el PIB se vino en pique durante el gobierno de Nicolás Maduro. La pobreza llegó a niveles máximos —94.5 % de la población— según la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (ENCOVI) de 2021. Es el país con más desigualdad y la tasa de inflación más elevada en el mundo.
Ya provocan olas económicas los drásticos cambios políticos en Colombia. Dicho país había experimentado un crecimiento económico moderado pero constante hasta 2020, cuando decayó en 8 % como efecto de las restricciones a las actividades económicas con motivo de la pandemia. Al año siguiente, sin embargo, el crecimiento superó las expectativas y alcanzó un 9.7 %, según el Banco Mundial. La recuperación puede tambalear, por la elección del exguerrillero castro-chavista Gustavo Petro el 19 de junio.
Tres propuestas de Petro generan temor, dicen analistas de la BBC. Primero, Petro prometió reemplazar la industria de hidrocarburos con energías renovables, siendo la exportación de petróleo la principal fuente de ingresos para el Estado. Segundo, prometió “desincentivar” el latifundio agrario. Y tercero, establecerá un sistema universal y público que transformará las administradoras de fondos de pensiones (AFP) (¿haciendo reformas constitucionales?). Bloomberg agrega que Petro declarará un estado de emergencia para poder gobernar por decreto, lo cual aumentará la impredecibilidad de su gestión. Y seguramente aumentará impuestos.
Una notable sacudida es evidente en la devaluación del peso colombiano vis-a-vis el dólar estadounidense: dio un salto de casi 11 % el día en que Petro ganó las elecciones. Ya en febrero, los noticieros anunciaban que el peso colombiano era la moneda más devaluada de América Latina. El índice Big Mac que realiza The Economist reveló que se necesitan cada vez más pesos para comprar un Big Mac en dólares: el peso experimentó una devaluación real de 43.5 %, se estima.
A su vez, los agentes de bienes raíces en Florida reportan un alza gigantesca en colombianos interesados en comprar propiedades: no solo contemplan reubicar su capital, sino prevén la necesidad de emigrar, como lo han hecho miles de venezolanos y cubanos conforme se desmoronaron las oportunidades económicas en sus patrias.
Debemos reforzar la confiabilidad y la libertad de nuestras economías, y poner límites claros al poder político intervencionista.