Diversas tradiciones cristianas y judías afirman, de una u otra manera, que Dios es creador y sustentador de todas las cosas (Gn 1–2; Sal 33:6-9; Pr 8:22-31; Is 40:26; 42:5; 45:18; Col 1:15-17; Heb 1:2b; 2 P 3:5; Ap 4–5; 10:6). De igual manera, también sostienen que este Dios creador se encarga de sus obras. Esto pareciera ser una confesión unívoca, pero aquí es donde la teología le pone «sabor» a la cuestión y nos brinda matices interesantes, con muchos factores en juego.
¿Qué significa que Dios sea creador? ¿Esto implica una creación ex nihilo (2 Mac 7:28)? ¿O se puede postular la creación a partir de algo existente y pensar, más bien, en orden (Gn 1–2)? Aunque estas preguntas son interesantes y han dado mucho material para los libros, lo que me interesa en este blog es abordar la segunda cuestión: ¿a qué nos referimos cuando afirmamos que Dios se encarga de sus obras? ¿Cómo se relaciona Dios con su creación?
Algunos entienden a Dios como creador, pero sin ninguna relación o participación activa con su creación. A esta postura se le conoce como deísmo. Fue muy popular en la Europa (Inglaterra y Francia) de los siglos XVII y XVIII, y condenado por el Concilio Vaticano I en el s. XIX. El contenido concreto de lo que el deísmo acepta por vía de la razón natural puede variar según la época y los autores. Fue la posición inicial de algunos enciclopedistas franceses (por ejemplo, Voltaire, d’Alembert y Diderot).
Otros postulan lo que se conoce como teísmo abierto. A grandes rasgos, se entiende a Dios como creador de un universo abierto e indeterminado donde el futuro «no está escrito», y Dios está observándolo y reaccionando ante sus cambios. Los teístas abiertos sostienen que ser libre significa, incluso para Dios, no saber cómo uno mismo va a reaccionar ante ciertas circunstancias. Para ellos, Dios no conoce el futuro (ver, por ejemplo, el libro La coherencia del teísmo de Richard Swinburne), y aunque sepa a grandes rasgos qué va a pasar, no conoce todos los pormenores. Dios solamente puede conocer probabilidades y posibilidades con respecto al futuro. Además, en esta postura, las criaturas pueden influir sobre su Creador. Por ejemplo, en el caso de los ninivitas en el libro de Jonás, estos se arrepintieron por voluntad propia y, en respuesta, Dios cambió de opinión sobre ellos a pesar de su segura palabra de juicio. Dios no había predeterminado que Nínive se arrepintiera.
Otros más sostienen un determinismo teológico. Esta postura, grosso modo, dice que Dios sí se encarga de su creación, pero de una manera determinista. Si Dios conoce el futuro, entonces este está determinado por su conocimiento; es decir, la omnisciencia de Dios implica que los sucesos, incluido el orden moral, se hallen también determinados. Algunos calvinistas sostienen esta postura y otros la han relacionado con el teísmo clásico. Algunas versiones del calvinismo entienden que el universo funciona como un algoritmo, donde todo ha sido predeterminado para que suceda como tiene que suceder. Siguiendo la lógica de esta postura, en el mismo caso de los ninivitas, Dios no cambió de parecer porque él no cambia, lo que cambia es nuestra percepción de él. Cuando hablamos de que Dios se arrepiente, argumenta Calvino comentando el libro de Jonás, es «un modo de hablar», porque, en sentido estricto, ningún arrepentimiento puede pertenecer a Dios. Él tiene su consejo secreto u oculto, y se atiene a este, pero desde la perspectiva humana parece que Dios ha cambiado de opinión.
Tenemos que recordar que ningún sistema teológico o filosófico será totalmente satisfactorio (¡gracias a Dios!). A mi forma de ver las cosas, todos subrayan algún elemento importante de la Escritura. Seguramente hay precisiones o matizaciones para cada postura o más explicaciones para este asunto tan complejo. No es mi propósito ser exhaustivo, sino solo brindar algunas reflexiones.
El deísmo es el sistema que menos me convence, pero esto se debe a una cuestión fundamental: yo sí creo en un Dios personal que entabla una relación con el mundo a través de la revelación. Entonces, ¿qué con el determinismo y con el teísmo abierto?
Por un lado, el teísmo abierto o relacional, como lo llaman otros, tiene la ventaja de enfatizar la libertad, la interactividad y la reactividad de Dios y la naturaleza del lenguaje bíblico. En esta postura, por ejemplo, las antropopatías (Dios se arrepintió, se enojó o amó) representan la realidad de Dios y no se tratan de acomodaciones para nuestro «débil entendimiento». Dios no es antropopático, sino que nosotros somos teopáticos como portadores de la imagen divina. Sin embargo, creo que su debilidad está en no sostener de manera adecuada la proactividad de Dios (su soberanía) y presentarlo como incapaz de conocer el futuro. Aunque él no lo conozca, no quiere decir que no pueda imaginar todos los mundos posibles, porque Dios es el Dios de la imaginación divina. Dios conoce todos los mundos posibles y cómo realizar lo que quiere realizar en cualquiera de ellos. Hay un plan divino como un libre albedrío en la forma que Dios ha elegido crear.
Por otro lado, el teísmo clásico o el determinismo sobrenfatiza la proactividad de Dios, pero descuida la interactividad y la reactividad. El universo se parece a un CD que puso Dios, donde todas las pistas están sonando y nosotros somos meros espectadores. Se trataría de una versión sofisticada del deísmo. Además, esta postura parece «encajonar» al Dios de la Biblia en un sistema metafísico griego, donde la perfección de lo divino imposibilita los cambios en Dios, porque el cambio es a mejor o a peor (en ambos casos Dios habría sido menos que perfecto). Parece ser que fue Agustín el que dejó el axioma para la teología occidental de la inmunidad de Dios al tiempo, al cambio y a la respuesta a sus criaturas. Calvino, aunque intenta ser bíblico en su doctrina de Dios, no escapa de dicha influencia griega cuando define a Dios como autoexistente, simple, impasible e inmutable (ver el capítulo de John Sanders en The Openness of God: A Biblical Challenge to the Traditional Understanding of God).
Yo creo que las Escrituras afirman tanto la soberanía de Dios como la libertad y la responsabilidad de los seres humanos. También creo que el Dios del testimonio bíblico es proactivo, es decir, determina las cosas (Dios dice y sucede, Gn 1; 2 S 12:1-24; Ef 1); es interactivo, las personas se relacionan con Dios (Gn 18:16-33; Éx 32:1-14); y es reactivo, es decir, Dios responde las peticiones o las oraciones (2 R 20:1-6; Sal 116; Jon 3:10). Estas tres cualidades se ven, por supuesto, en Jesús, quien nos revela quién y cómo es el Padre verdaderamente (Jn 1:18; 14:7-10).
La relación de Dios con la creación, según la Biblia, es más dinámica de lo que podemos pensar. Se parece a un concierto de jazz en el que Dios completa el concierto que desea en cualquier universo posible, pero nuestras improvisaciones y las suyas son muy características (ver Graham Cole, The Living God). Dios ama de verdad, nos escucha, se aflige y contesta nuestras oraciones. Dios es soberano, pero está involucrado en nuestras vidas y nosotros estamos involucrados en la suya.