Nov 3, 2023

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Publicado originalmente el 31 de octubre de 2023 en Prensa Libre.

En 2022, el Instituto Fe y Libertad unió fuerzas con la Comunidad Judía de Guatemala y el Centro Mundial de Conmemoración de la Shoá (Yad Vashem) para montar exposiciones conmemorativas del holocausto en tres universidades: Francisco Marroquín, Del Valle y Del Istmo.  Cientos de estudiantes y catedráticos se conmovieron al recordar cómo el régimen Nazi encabezado por Adolfo Hitler persiguió sistemáticamente e intentó eliminar a los judíos entre 1933 y 1945.  Las exposiciones curadas por Yad Vashem terminan honrado la memoria de «los justos entre las naciones», es decir, las personas no judías que arriesgaron sus propias vidas para ayudar a los judíos acosados. En Polonia, Bélgica, Holanda y Francia, por ejemplo, organizaciones clandestinas encontraron hogares para niños y recaudaron fondos para su manutención. 

«El mero hecho de perseguir a personas solamente por su origen racial es una violación de la ley natural»,  afirmó en 1944 el nuncio apostólico ante Budapest, Monseñor Angelo Rotta, «Si el buen Señor les ha dado la vida, nadie tiene el derecho de quitársela o negarles los medios para su existencia».

Vienen a mi memoria estas exposiciones porque el 7 de octubre ocurrió exactamente lo que ellas buscan prevenir: un rebrote de antisemitismo. El Movimiento de Resistencia Islámica (Hamas), la organización terrorista que hace de gobierno autoritario en Gaza desde 2007, disparó por lo menos 5,000 misiles contra Israel, según su admisión. Militantes de Hamas mataron y secuestraron a cientos de israelíes, incluyendo a niños y mujeres, quienes vivían en kibutz (cooperativas) y aldeas pequeñas. La batalla que se desató en las semanas siguientes ya afectó a miles de personas que han sido heridas, desplazadas y asesinadas. 

La Carta Fundacional de Hamas (1988) traza claramente la meta de destruir a Israel: «el día del juicio no vendrá sino hasta que los musulmanes luchen contra los judíos y los maten».  Aunque no todos los palestinos apoyan el radicalismo de Hamas, el tono antisemita de dicha carta fue replicado mundialmente durante las protestas pro-Palestina que se dieron en Londres, Sídney, Estambul, Nueva York y más. El 18 de octubre, lanzaron dos bombas molotov contra una sinagoga en Berlín, Alemania.  La policía de Inglaterra estima que los crímenes de odio contra los judíos aumentaron un 1,350 % desde que estalló el conflicto, en tanto los crímenes contra musulmanes aumentaron 140 %.  Las autoridades francesas también reportan más incidentes antisemitas en las últimas tres semanas y citan amenazas verbales, amenazas de muerte y asaltos físicos. Una de las pintas en las paredes dice «matar a judíos es un deber».  

En Estados Unidos, donde viven 7.6 millones de judíos y 170,000 palestinos, los ánimos están caldeados. En la Universidad de Cornell (Ithaca, Nueva York), por ejemplo, unos mensajes en redes atemorizaron a los estudiantes judíos. Dichos mensajes amenazan con violar a las mujeres y decapitar a los niños, así como acuchillar y degollar a los «cochinos judíos» en el campus universitario.

Evidentemente, el enfrentamiento entre Israel y Palestina, y más ampliamente los países con mayoría musulmana, no es un asunto únicamente territorial. Es un conflicto que tiene aristas históricas, geopolíticas, raciales y religiosas muy complejas, y la solución duradera tristemente ha eludido a los líderes de buena voluntad durante décadas.

Yo quería simplemente señalar que hoy deben volver a surgir justos entre las naciones, cuyas plegarias y voces de respeto y conciliación ayuden a contrarrestar el dolor que experimenta la persona judía promedio al percibir el odio dirigido a su persona por el simple hecho de ser quien es.

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