Traducción por Jessica Paduán para el Instituto Fe y Libertad.
Este artículo está traducido con permiso del Institute for Faith, Work & Economics (www.tifwe.org). El artículo original apareció aquí. IFWE es una organización de investigación cristiana comprometida con el avance de los principios bíblicos y económicos que ayudan a las personas a encontrar satisfacción en su trabajo y contribuir a una sociedad libre y floreciente. Visite https://tifwe.org/subscribe para suscribirse al blog diario gratuito de IFWE.
Un anuncio reciente de televisión muestra una serie de escenas con bananos en las que normalmente deberían haber manzanas: niños moviéndose en busca de bananos, un libro de texto con Isaac Newton golpeado en la cabeza por un banano, una camiseta de la ciudad de Nueva York llamada «el gran banano», e incluso una pintura del Renacimiento que representa a Eva ofreciendo a Adán un banano. La escena cambia rápidamente a una toma en vivo de una joven que muerde una manzana y luego una leyenda que dice: «Las mentiras pueden convertirse en verdad, si las dejamos».
El anuncio, publicado antes de las elecciones intermedias [de los Estados Unidos] del año pasado, es altamente político, pero plantea un punto importante. En nuestra cultura posmoderna, para la que «verdad es lo que tú dices que es verdad», hay algunos que creen que pueden determinar —para el resto de la gente— qué es la verdad, o qué mentiras hay en tal caso. Las mentiras nunca pueden llegar a ser verdad. La gente puede creer una mentira incluso sin saberlo, pero eso todavía no la hace verdadera.
Historias modernas
Donde realmente vemos que las mentiras se convierten en supuestas verdades es en la educación superior de hoy. Hay un discurso común aceptado como hecho histórico por muchos académicos hoy en día que atribuye el pensamiento político occidental moderno, incluyendo la libertad religiosa, a un proceso de secularización en Europa durante el siglo XVII llamado la «gran separación».
Mark Lilla describe este evento en su libro The Stillborn God:
Algo sucedió, o, mejor dicho, sucedieron muchas cosas, y su fuerza combinada acabaría finalmente con el reinado de la teología política en Europa. Se produjo una gran separación que desvinculó la filosofía política occidental de la cosmología y la teología. Sigue siendo el rasgo más distintivo del Occidente moderno hasta nuestros días.
Esta historia de la «gran separación» comienza en la Europa medieval y renacentista, donde todo fue informado por el pensamiento cristiano y se vio en el contexto del llamado de las Escrituras para vivir nuestras vidas según el diseño y la voluntad de Dios. Según la historia, a finales del siglo XVI, esta cosmovisión comienza a erosionarse y, para el siglo XVII, se derrumba por completo.
Este cambio tectónico fue supuestamente impulsado por muchos eventos en múltiples disciplinas. Afligidos por los horrores de las guerras de religión, los filósofos rechazaron los reclamos de la autoridad bíblica y vieron a la religión como inherentemente peligrosa para la paz civil.
Esta agitación intelectual fue alimentada por nuevos descubrimientos científicos y el escepticismo filosófico estridente de hombres como Montaigne y Charron. De hecho, esta separación, dicen, es la responsable de producir las características distintivas del pensamiento europeo moderno, incluyendo (pero de ninguna manera limitado a) su noción de derechos individuales, el papel del Estado y la tolerancia religiosa (a diferencia de la libertad religiosa).
Se nos dice que estas innovaciones no pudieron aparecer en escena hasta que la religión fue desplazada de la plaza pública. Según el discurso, las ideas de los derechos individuales, la libertad de conciencia, la tolerancia religiosa y el gobierno constitucional limitado son el logro singular del siglo XVII. Este discurso ha sido ampliamente enseñado desde entonces, y según algunos relatos, la propia modernidad surgió de esta gran separación.
Hoy en día, estas ideas de la Ilustración son tan ampliamente aceptadas que, para muchos, es difícil imaginar otra forma de ver el mundo. Pero, ¿es este discurso verdad?
La verdad detrás de la historia
Estas ideas no se originaron en la Ilustración, sino que surgieron de la enseñanza de las Sagradas Escrituras, tal como se entiende a lo largo de la historia de la Iglesia. El tema de la libertad religiosa se puede remontar a las enseñanzas de los padres de la Iglesia primitiva, luego fue revisado y reafirmado por los reformadores y aplicado por los fundadores de los Estados Unidos a la creación de una nueva nación.
La libertad religiosa es importante para todas las personas, (1) no solamente para los cristianos. Y es importante no solo porque está en la Constitución. Es importante porque los principios que apoyan la libertad religiosa se derivan de la Palabra de Dios. La verdadera libertad religiosa brinda la libertad de vivir y trabajar dentro de una cosmovisión cristiana los siete días de la semana, cumpliendo con el llamado de Dios en nuestras familias, iglesias, comunidades y vocaciones.
Los historiadores destacados están redescubriendo el papel poco apreciado del cristianismo en el desarrollo de los derechos humanos básicos y las libertades de los padres de la Iglesia primitiva hasta hoy. Timothy Shah, en su introducción a la obra Cristianismo y libertad, escribe:
Estas incluyen nociones radicales de dignidad e igualdad, libertad religiosa, libertad de conciencia, gobierno limitado, consentimiento de los gobernados, libertad económica, sociedad civil autónoma y separación Iglesia-Estado, así como avances más recientes en democracia, derechos humanos y desarrollo humano.
Semillas de la verdad
Ciertamente, si bien no existe una línea recta desde los padres de la Iglesia primitiva hasta la reforma de hoy, los estudiosos documentan cómo las semillas de la libertad sembradas por hombres como el padre de la Iglesia primitiva, Tertuliano, produjo frutos en la república estadounidense de James Madison. Dos excelentes ejemplos de libros que están estableciendo el récord en esta área son The Hebrew Republic de Eric Nelson y el nuevo libro de Os Guinness, Last Call for Liberty.
El problema de tergiversar la verdad no es nuevo. En la Biblia, leemos el testimonio de Jesús a Pilato poco antes de su crucifixión: «He venido al mundo para dar testimonio de la verdad» y la respuesta cínica de Pilato: «¿Qué es la verdad?» (Juan 18:37-38).
El apóstol Pablo aporta gran claridad a este problema en Romanos 1, cuando declara que los hombres han cambiado la verdad por una mentira (Romanos 1:25). Al saber la verdad, el hombre caído quiere creer que puede encontrar su propia verdad aparte de Dios. El problema es que, a menos que Dios sea el punto de partida, es imposible entender el mundo que nos rodea. La verdad no es una construcción cultural consensual, no es subjetiva… es la autoexpresión de Dios mismo.