Abr 25, 2016

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El papa Francisco muestra preocupación por la calidad y el acceso generalizado al agua en la encíclica Laudato si’. El pontífice deplora los actos tendientes a gastar, tirar y agotar el agua (punto 27). La encíclica afirma que la provisión del líquido precioso es menos abundante que en el pasado. Hace otras dos aseveraciones interesantes: por un lado, sostiene que la demanda por el agua excede la oferta, y por el otro, que su disponibilidad varía según la temporada en el año, y por territorio (punto 28). 

El pontífice se enfoca en los pobres, cuya salud se ve perjudicada por aguas contaminadas y suministros insuficientes. «La pobreza del agua social (1) se da especialmente en África, donde grandes sectores de la población no acceden al agua potable segura, o padecen sequías que dificultan la producción de alimentos», afirma el punto 28.  El párrafo siguiente señala que «un problema particularmente serio es el de la calidad del agua disponible para los pobres, que provoca muchas muertes todos los días».  Más adelante subraya que el mundo tiene «una deuda social con los pobres que no tienen acceso al agua potable» (punto 30). Finalmente, el documento advierte que cuando el agua se haga escasa o se agote, mermará la provisión de alimentos y de otros bienes económicos para cuya producción es necesario utilizar agua.

Es comprensible el deseo de mejorar las condiciones de vida de las personas, sobre todo de los pobres. También lo es ese sentido de urgencia. ¿Cómo no llorar la muerte de un niño por deshidratación o diarrea, cuando se cuenta con los conocimientos y recursos necesarios para prevenirla? Pero a veces, un diagnóstico apresurado precipita unas acciones con consecuencias no intencionadas que lejos de resolver el problema, lo agravan. El clamor por hacer cualquier cosa menos quedarse de brazos cruzados, es reduccionista. Cuando suenan las sirenas sin cesar y sentimos que el mundo arde en catastróficas llamaradas, podríamos impulsivamente pensar que apagaremos el incendio con tres cubetas de arena. 

Laudato si’ hace eco de esa ensordecedora sirena que invade los corredores de la Organización de Naciones Unidas, los medios de comunicación y las aulas alrededor del mundo. Ya desde antes de aparecer la encíclica, el sonido había llegado a los oídos de todos los cristianos. El alcance de la ONU es global; el Día Mundial del Agua (22 de marzo) y el Día de la Tierra (22 de abril) se conmemoran alrededor del planeta. ¿Qué sentimos los cristianos al ver al papa Francisco soplar una trompeta similar? Es lógico que un cristiano se agite cuando el Vaticano publica oraciones como «algunos estudios han alertado sobre la posibilidad de sufrir una escasez aguda de agua dentro de pocas décadas si no se actúa con urgencia» (punto 31). 

Tras leer esa tétrica frase, el lector consulta la nota de pie para buscar el estudio que certifica tal extremo. Es referido a un saludo que pronunció el papa Francisco al personal de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (FAO), el 20 de noviembre del 2014. En ese discurso, el papa dijo algo similar a lo expresado en la encíclica, usando una tónica un tanto distinta: «El agua no es gratis, como muchas veces pensamos. Será el grave problema que puede llevarnos a una guerra». (2)  El lector se queda inquieto: ¿Qué científicos elaboraron el estudio y cómo calcularon que el agua se agota? ¿Qué guerra? ¿Qué pasaría con la humanidad si se termina el agua del Planeta Azul, llamado así porque el 70 % de su superficie está sumergida bajo agua?

Una búsqueda en internet da con un estudio titulado «Hacia un futuro con seguridad hídrica y alimentaria», producido por la FAO y el Consejo Mundial del Agua en el 2015.  El propio boletín de prensa institucional explica que «en 2050 habrá agua suficiente para producir los alimentos necesarios para una población mundial que superará los 9000 millones de personas». (3) Es decir, los autores predicen lo contrario a la escasez: habrá suficiente agua. Pero, advierte el documento, si nos portamos mal, si contaminamos el agua, si consumimos de más, y si el cambio climático hace de las suyas, entonces, y solo entonces, el agua posiblemente no alcance. ¡Son demasiadas suposiciones! Como solía decir un profesor en los años ochenta, si la tendencia actual continúa, la superficie terráquea estará cubierta por canchas de squash en el 2000. El deporte del squash, tan popular en la década de los ochenta, no condujo al futuro absurdo que pronosticaban las estadísticas, porque las preferencias de las personas cambiaron. 

Generalizar es casi tan difícil como predecir el futuro. Con relación a la calidad del agua, por ejemplo, hace unos años trascendió que el río Potomac, que atraviesa Washington D. C., está más limpio ahora que en los años cincuenta. (4) Otro tanto se publicó sobre el Támesis, en comparación con 1860, (5) y del Tara, que atraviesa Montenegro y Bosnia. (6) Pero existen estudios que deploran la contaminación de otras aguas superficiales que se han deteriorado. En vez de sacar la conclusión de que los seres humanos, incluso aquellos que viven en grandes urbes, somos capaces de sanear el ambiente, algunos observadores derivan lecciones negativas. Mi impresión es que personeros de la ONU se inclinan más por el pesimismo que por el optimismo. 

Lo ideal, claro está, sería evitar tanto el pesimismo como el positivismo mal fundamentado, a favor de datos realistas. El biólogo y autor inglés Matt Ridley considera que la opinión pública no solo se debate entre el optimismo y el pesimismo, sino que además los científicos sociales que más influyen en esta discusión, los ecologistas y los economistas, entran en pugna. Parten de paradigmas distintos. Ridley dice haber compartido con ambas «tribus». «Los ecologistas creen que los economistas suscriben una especie de superstición mágica llamada “mercados” o “precios” para evitar confrontar la realidad sobre los límites al crecimiento». (7) Históricamente, la humanidad innova y rompe límites hasta entonces infranqueables en lugar de agotar los recursos. A los economistas, les frustra el pensamiento «en términos de límites estáticos. Los ecologistas no pueden ver que cuando el aceite de ballena empieza a escasear, se descubre el petróleo, o que cuando las cosechas de una finca se estancan, se inventa el fertilizante, o que cuando la fibra de vidrio se inventa, la demanda del cobre baja». (8)

Las personas que queremos hacer el bien, de cara a los demás seres humanos y a la Tierra, enfrentamos tres retos. Uno es el temor alarmista basado en un paradigma estático. El segundo es la confusión producto de las hipótesis contradictorias defendidas por los científicos sociales. La tercera es la presión que ejercen sobre nosotros los políticos, formadores de opinión y grupos de interés. Hemos de separar la evidencia dura y pura, de los prejuicios, las pesadillas y los sueños.

¿Qué respuestas a la problemática del agua debe apoyar un cristiano? La postura en esta encíclica y en otros documentos magisteriales es clara: la Iglesia católica no formula propuestas de política pública concretas. Invita a los católicos laicos a involucrarse concienzudamente en la elaboración y ejecución de iniciativas, guiados por los principios de la doctrina social de la Iglesia. En otras palabras, en asuntos opinables podemos adoptar posiciones distintas unas de otras.

A primera vista, parecería que el papa Francisco confía más en las acciones emprendidas por gobiernos que por individuos. Usualmente, el lenguaje de las deudas sociales, la mala distribución y la inequidad se corresponde con prescripciones para otorgar subsidios y redistribuir desde despachos estatales. Muchos de los que ven en la educación y la cultura la raíz del problema, proponen programas de educación pública y campañas de opinión financiadas con impuestos. Quienes deploran el derroche, quieren imponer algún tipo de racionamiento forzoso. 

El papa Francisco escribe que «mientras se deteriora constantemente la calidad del agua disponible, en algunos lugares avanza la tendencia a privatizar este recurso escaso, convertido en mercancía que se regula por las leyes del mercado. En realidad, el acceso al agua potable y segura es un derecho humano básico» (punto 30). Sin embargo, la propiedad privada no se contrapone a los derechos humanos básicos; por el Catecismo: «El derecho a la propiedad privada, adquirida o recibida de modo justo, no anula la donación original de la tierra al conjunto de la humanidad» (2403). (9) Hacer valer derechos de propiedad sobre el agua no tendría porqué significar que algunas personas verían vedado su acceso al agua.

Las preguntas claves son: ¿qué conjunto de reglas incentivará a las personas a racionar, optimizar y conservar el agua, como desea el papa Francisco? ¿Cómo mejoramos los incentivos para trasladar agua de las regiones con abundantes reservas, hacia territorios desprovistas del bien? ¿Qué conjunto de reglas minimizarán los conflictos de interés en torno al agua?

Es difícil imaginar un modelo centrado en derechos de propiedad privados sobre el agua. Es cierto que si Pedro tiene un título de propiedad sobre una cantidad de metros cúbicos de agua, entonces Pedro ejerce control sobre lo propio. Pedro puede consumir, vender, alquilar y heredar su posesión. Los demás tendrían que tener el mismo derecho humano a adueñarse de metros cúbicos de agua; sería un derecho universal. Eso sí, es preciso invertir dinero para adquirir el bien, porque el pontífice acertó cuando le explicó a los empleados de la FAO que el agua no es un recurso gratis. Cuando el agua es abundante, su precio es bajo. Cuando la demanda sube, subirá el precio. El precio no será igual en distintos lugares ni a través del tiempo. El precio es una señal cambiante y dinámica que nos invita a conservar y a ahorrar cualquier bien económico. Las personas no malgastan ni desperdician lo que les pertenece porque acarrean con el costo de su irresponsabilidad.  El término «mercancía» es una palabra moralmente neutral que se refiere a aquellos bienes y servicios que se pueden comprar y vender. Su connotación negativa deriva del hecho que algunos actores económicos engañan o abusan de otros, pero su torcido proceder empañará su reputación y sufrirán las consecuencias de sus actos, aquí en la tierra y en el más allá. 

Es posible sustituir a Pedro por una asociación de cuenca, por ejemplo, que ostenta un derecho de propiedad para administrar un caudal de agua. El grupo comunitario toma decisiones sobre el manejo del recurso: actúa como dueño. En su famoso ensayo de 1968, el biólogo Garrett Hardin planteó la tragedia de lo comunal: lo que es de todos es de nadie y lleva a la sobreexplotación del recurso compartido. (10) Recolectando evidencia empírica, la politóloga Elinor Ostrom, ganadora del premio Nobel en economía del 2009, muestra que no solo hay tragedias sino también oportunidades comunales. (11) Asociaciones privadas de copropietarios establecen soluciones de gobernanza sobre recursos compartidos.  Un ejemplo es el Tribunal de las Aguas, una institución de Valencia, España, constituida directamente por los regantes que funcionan mucho mejor, y más establemente, que las instituciones de riego creadas por los gobiernos. Estos arreglos son contractuales y a veces informales. Ostrom sugiere que quizás habría más instituciones espontáneas como el Tribunal de las Aguas, de no ser por la regulación innecesaria y poco eficiente del Estado.  

Los grupos gestores pueden adoptar reglas de toma de decisión democráticas o no. Ejercitan una autoridad reconocida por los demás, inclusive por el Gobierno central, que no interfiere con su gestión. Gozan de legitimidad en su localidad y hacen valer los arreglos, castigando a los infractores de los acuerdos colectivos. 

Podríamos sustituir gobierno municipal por asociación de cuenca o asociaciones privadas de copropietarios… y así, partiendo de derechos claramente asignados y hechos valer, se construye una red compleja y flexible de actores individuales y comunitarios que es a la vez funcional y adaptable a una variedad de ámbitos culturales. Nótese que la visión de Ostrom no brota de una mentalidad antimercado, sino de una comprensión del mercado como un ecosistema complejo y dinámico que admite diversas alianzas e intercambios.

El sueco Fredrik Segerfeldt escribió Agua a la venta para evidenciar que los pobres sufren por la mala administración del agua, sobre todo en países en vías de desarrollo con gobiernos ineficaces o corruptos: «el noventa y cinco porciento de toda la distribución de agua en los países pobres es administrada por proveedores estatales, que son los responsables de que un mil millones de personas estén sin agua». (12) Segerfeldt señala que aún en lugares donde hay reservas abundantes de agua, las malas políticas la hacen escasear. Un modelo con derechos privados al agua se puede complementar con bonos subsidiados para los pobres, sugiere el autor.

En conclusión, existe consenso en torno a las metas esbozadas por el papa Francisco: que nadie se quede sin agua de buena calidad, en el presente y en el futuro. Los estudios científicos sobre el estado actual de las aguas sustentan hipótesis distintas; la búsqueda de la verdad es contínua. También es motivo de discusión la forma de alcanzar la meta planteada por el pontífice, por lo cual es recomendable analizar comparativamente los arreglos institucionales más exitosos para conservar y administrar el agua, como solía hacerlo Ostrom.

Los dos barqueros escucharon silenciosamente al agua… Para ellos el agua ya no era simplemente agua, sino «la voz de la vida, la voz del que es, del que eternamente se va haciendo». (13)

Notas

1. No es común el término «agua social» en la literatura ambientalista o económica. El adjetivo social puede referir aquí a la importancia social del agua, pues la consumen personas que viven en comunidad y no aisladas de los demás. En ese sentido, todos los bienes de consumo que se intercambian en el mercado son sociales. O quizás se refiere a la distribución de agua entubada o agua que ha sido tratada para beber, servicio que los gobiernos se reservan (usualmente) en forma monopólica, y que en África y otro países en vías de desarrollo, no cubren a todos los poblados.

2. Puede encontrar el discurso aquí: http://w2.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2014/november/documents/papa-francesco_20141120_visita-fao.html#SALUDO_AL_PERSONAL_DE_LA_FAO 

3. El anuncio sobre el estudio de la FAO está aquí: http://www.fao.org/news/story/es/item/283264/icode/ 

4. David A. Fahrenthold, «Potomac River now healthier tan in the ‘50s, study shows», The Washington Post, 7 de septiembre, 2010, http://www.washingtonpost.com/wp-dyn/content/article/2010/09/07/AR2010090703555.html 

5. «Water, super-sewers and the filth threatening the River Thames», The Guardian, 22 de julio de 2014, http://www.theguardian.com/environment/2014/jul/22/water-thames-victorian-london-150-years-sewer-system 

6. «5 Cleanest Rivers in the world», Green Diary, 28 de octubre del 2011, http://www.greendiary.com/5-cleanest-rivers-world.html 

7.  Matt Ridley, «The World’s Resources Aren’t Running Out», The Wall Street Journal, 25 de abril de 2014. 

8. Matt Ridley, ibid.

9. http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p3s2c2a7_sp.html 

10. Garrett Hardin, «The Tragedy of the Commons», Science, New Series, Vol. 162, 13 de diciembre de 1968, recuperado de http://www.environnement.ens.fr/IMG/pdf/hardin_1968.pdf 

11. Elinor Ostrom, Governing the Commons: The Evolution of Institutions for Collective Action, USA: Cambridge University Press , 1990.

12. Fredrik Segerfeldt, Water for Sale, USA: Cato Institute, 2005, página 1.

13. Herman Hesse, Siddharta.

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