Para los que tenemos la gracia de la fe cristiana, esto es fácil de aceptar. Para los no creyentes, el hecho de que una porción tan grande de nosotros crea en que tenemos un Creador, y que ese Creador nos hizo a «su imagen y semejanza» es también reconocido como un factor de importancia en la historia de la libertad de la persona humana.
Cada uno de los personajes en la historia de la primera Navidad es recordado de diferente manera, desde la Virgen María a los tres magos, sabios, o reyes del oriente. Aunque nunca falta en los pesebres, no podemos decir lo mismo de san José. Rara vez le damos la importancia que merece. Por eso, a los que admiramos y veneramos a san José, nos causó gran alegría cuando hace unas semanas, el papa Francisco publicó Patris Corde, una carta apostólica dedicada a san José. En la misma, con motivo del 150.° aniversario de la declaración de san José como patrono de la iglesia universal, el papa Francisco anunció que el 2021 será dedicado a José. Con un espíritu similar y providencial, en marzo de este año 2020, el Instituto Fe y Libertad de Guatemala publicó un ensayo que escribí sobre san José y la importancia de su figura. En el mismo, no reflexioné sobre san José en su primera Navidad pero esta carta apostólica, que vio la luz antes del festejo navideño, me da una oportunidad para ampliar sobre lo que ya he escrito.
Como mencioné en ese ensayo, el Vaticano no fue el primero en declarar patrono a san José. En México san José fue declarado patrono en 1555. Se cree que san Francisco de Asis (1181-82, 1223) fue el primero en hacer un pesebre. Pero fue san Bernardino de Siena (1380-1444), otro franciscano, el que hizo el mayor esfuerzo para que seamos agradecidos a san José y reflexionemos más sobre su vida.
No hay mucho escrito sobre san José en los evangelios, y en Patris Corde el santo Padre hace un estupendo listado de todo. Sobre san José y la Navidad remarca que José, «[d]espués de un largo y duro viaje de Nazaret a Belén, vio nacer al Mesías en un pesebre, porque en otro sitio “no había lugar para ellos” (Lc 2,7). Fue testigo de la adoración de los pastores (cf. Lc 2,8-20) y de los Magos (cf. Mt 2,1-12), que representaban respectivamente el pueblo de Israel y los pueblos paganos».
No se encuentran en los Evangelios quejas de san José o un esfuerzo de presentarse como víctima. Enfrentó una situación difícil y asumió su responsabilidad. Como escribió el santo Padre, «lejos de nosotros el pensar que creer significa encontrar soluciones fáciles que consuelan. La fe que Cristo nos enseñó es, en cambio, la que vemos en san José, que no buscó atajos, sino que afrontó “con los ojos abiertos” lo que le acontecía, asumiendo la responsabilidad en primera persona».
José y su pequeña familia «habrán tenido necesidad de comer, de encontrar una casa, un trabajo. No hace falta mucha imaginación para llenar el silencio del Evangelio a este respecto. La Sagrada Familia tuvo que afrontar problemas concretos como todas las demás familias, como muchos de nuestros hermanos y hermanas migrantes que incluso hoy arriesgan sus vidas forzados por las adversidades y el hambre. A este respecto, creo que san José es realmente un santo patrono especial para todos aquellos que tienen que dejar su tierra a causa de la guerra, el odio, la persecución y la miseria».
Aquellos que buscan encontrar cómo politizar cada palabra que proviene del Vaticano esta vez se sentirán defraudados. El papa aprovecha para hablar del trabajo no solo como fuente para sostener a la familia sino como esencial para la dignidad humana, y como «participación en la obra misma de la salvación, en oportunidad para acelerar el advenimiento del Reino, para desarrollar las propias potencialidades y cualidades, poniéndolas al servicio de la sociedad y de la comunión».
Se lamenta el papa que «en nuestra época actual, en la que el trabajo parece haber vuelto a representar una urgente cuestión social y el desempleo alcanza a veces niveles impresionantes, aun en aquellas naciones en las que durante décadas se ha experimentado un cierto bienestar, es necesario, con una conciencia renovada, comprender el significado del trabajo que da dignidad y del que nuestro santo es un patrono ejemplar». Esta carta apostólica no se enfoca en economía, pero justamente es en los países donde la economía es libre, especialmente en el campo laboral, donde existe menos desempleo. Al mismo tiempo, cuando san José tuvo que encontrar trabajo en Egipto, seguramente como carpintero, nos imaginamos que con cuanto menos regulaciones y menos licencias para trabajo de carpintería, más fácil le sería poder trabajar.
Cada faceta de la vida de san José muestra aspectos dignos de emulación y necesarios para el mundo de hoy. Comprometido con la Fe, asumió su compromiso con total libertad. Su rol como padre, como esposo fiel, como trabajador, obedeciendo a la autoridad en forma inteligente para cuidar a su familia, como creyente, lleva al papa Francisco a concluir con razón que «todos pueden encontrar en san José —el hombre que pasa desapercibido, el hombre de la presencia diaria, discreta y oculta— un intercesor, un apoyo y una guía en tiempos de dificultad. San José nos recuerda que todos los que están aparentemente ocultos o en “segunda línea” tienen un protagonismo sin igual en la historia de la salvación. A todos ellos va dirigida una palabra de reconocimiento y de gratitud».