Publicado originalmente el 28 de diciembre de 2020 en Prensa Libre.
Mientras permanecimos encerrados en nuestros hogares, el líder del Foro Económico Mundial, Klaus Schwab, el Príncipe Carlos de Inglaterra, y otros sugirieron que la pandemia presentaba una oportunidad única para el Gran Reinicio (Great Reset) de la humanidad. Pretenden redactar un nuevo contrato social planetario. Este plan va más allá de nuestras transformaciones personales y voluntarias, pues podría convertirse una Gran Imposición Supragubernamental que reducirá nuestros espacios de libertad y responsabilidad.
Cabe aclarar que el Gran Reinicio no es una conspiración maléfica: Schwab y compañía han sido transparentes. Lo central de su agenda es la desaceleración de la economía. A su criterio, la economía global crecía a un ritmo demasiado acelerado. Tras pasar meses congeladas, las empresas pueden ahora redimensionar cómo servir mejor a los grupos interesados y a la Tierra, sobre todo, afectar menos a la naturaleza.
Otro objetivo del Gran Reinicio es la redistribución de la riqueza en aras de la equidad material. Piden a los países adoptar sistemas tributarios altamente progresivos. Y, por supuesto, las escuelas deben fabricar futuros ciudadanos ecológicamente conscientes, con actitudes inclusivas y despojados de los impulsos «capitalistas».
Durante el Gran Encierro, muchos gobiernos crecieron, se endeudaron más y se entrometieron más en las vidas de sus ciudadanos. Algunos gobernantes democráticos emularon las políticas de la China totalitaria: vigilancia electrónica, toques de queda, cierres selectivos, listas de actividades esenciales y no esenciales, cierres de fronteras, protocolos médicos únicos, y más. Querrán seguirlo haciendo, y no faltarán organizaciones internacionales y multinacionales que les ofrezcan ayuda.
Al Gran Reinicio se han sumado otras iniciativas similares globalistas. Quizás parezcan iniciativas inofensivas y románticas, pero no es así. Esta vertiente del globalismo político requiere de la coerción. Unas élites auto-designadas intentan imponernos sus recetas para nuestras vidas y el ambiente. Necesitarán expandir el gasto público e involucrar a ONGs progresistas que apoyan el plan de Schwab porque comparten su desconfianza respecto de la libertad humana. Como sentenció C.C. Pecknold (First Things): «Para Schwab, los humanos mismos somos el enemigo…Los supuestos califas del Gran Reinicio empuñan poderes salvíficos: en nombre de la ciencia, nos prometen salvarnos de nosotros mismos y rescatarnos de nuestra rota normalidad a un endiosamiento nuevo…». Por lo tanto, en el 2021 nos tocará ser más creativos en la lucha por la libertad. Nuestra narrativa debe ser mejor que la narrativa para reinventar la raza humana.
Todos sufrimos cuando trasladamos el poder del individuo al monopolio estatal: se mutilan las capacidades creativas y la innovación, se inhibe la inversión y, pronto viene el estancamiento y la pobreza. También decrecen los espacios para la libertad religiosa, artística y cultural. Hayek intuyó que los sistemas económicos y culturales son frágiles pero dinámicos ecosistemas que funcionan precisamente cuando está ausente un planificador único; solamente así potencian la información dispersa disponible a la sociedad. Tenderá a fracasar el planificador aún cuando quiera hacer ajustes en vez de ejercer control total. Se obtienen mejores resultados cuando las autoridades se limitan a garantizar los derechos básicos y velan por la justicia y la seguridad, respetando la libertad creadora de los gobernados.
Este año que viene, nos toca convencer a una nueva generación sobre los grandes beneficios y la superioridad moral de los sistemas económicos y políticos que garantizan y resguardan su preciada libertad.