Nuestra misión
Impulsar el florecimiento humano promoviendo la libertad individual y los principios judeocristianos.
Valores y virtudes
Veracidad
Es la virtud que nos lleva a buscar, en todo y ante todo, la verdad y a defenderla con valor. La persona veraz es sincera, honesta, franca y tiene buena fe. Sabe escuchar y respetar las opiniones del prójimo.
Libertad
La persona libre posee la facultad natural para pensar y actuar según su voluntad ordenada al bien. Ser libre implica ser responsable.
Integridad
La persona íntegra es de una sola pieza: recta, confiable, coherente y honesta. Piensa lo que vive y vive lo que piensa.
Humildad
Tolerancia
La persona tolerante sabe que existen diferentes criterios y tiene capacidad de debatir con el otro con paciencia y comprensión. Distingue entre el respeto a la persona y sus ideas, creencias o prácticas, que pueden o no ser erróneas.
En qué creemos
1. Dios es el creador providente de todas las cosas.
Dios es la primera y máxima realidad. Es un Dios verdadero, vivo, creador del cielo y de la tierra, omnipresente, omnisciente y misericordioso. Nos creó e instruyó para señorear sobre la Tierra, lo cual es una alianza con la humanidad que es también mandato cultural. La existencia de Dios no es suplantada ni superada por el desarrollo de la civilización humana a través de la historia, ni por el surgimiento de instituciones como los mercados, la moneda y el intercambio.
2. La dignidad de la persona deriva de su condición de criatura de Dios.
Dios creó al ser humano a Su imagen: libre y responsable. Nuestra dignidad inherente deriva de nuestra naturaleza como criaturas de Dios y no de nuestras características físicas, estatus social, posesiones materiales u otros atributos. Estamos llamados por Dios a ser compasivos y caritativos unos con otros, partiendo, no de la imposición, sino de acciones libres y responsables.
3. Existe la verdad y el hombre es capaz de conocerla.
Las personas, dotadas de inteligencia, somos capaces de aprehender la verdad sobre el mundo que nos rodea, aunque siempre de forma imperfecta. A través del estudio y del diálogo con otras personas, discernimos la verdad. La verdad revelada por Dios nos permite aproximarnos al conocimiento de Dios y su creación.
4. El pecado es una realidad.
El pecado es una realidad que nos afecta en el tiempo y en el espacio. Los hombres no tenemos conocimiento perfecto de lo que ocurre a nuestro alrededor y solo podemos atenernos al aprendizaje frente al conocimiento disperso de factores, necesidades y procesos. Es de mejor calidad la información que sustenta nuestras elecciones en un entorno libre que en un entorno coercitivo y centralizado, aunque nunca será perfecta. A veces, las personas elegimos el mal; pero si somos libres, podemos reconocer nuestra falta, pedir perdón y rectificar.
5. La persona es libre, responsable y social por naturaleza.
Las personas expresamos, a través de nuestros actos, nuestras preferencias y capacidades cuando elegimos en libertad los bienes morales que nos potencian. Las personas libres y responsables asumimos las consecuencias positivas y negativas de nuestras elecciones. Somos cocreadores de cultura, instituciones y riqueza, sobre todo cuando cooperamos pacíficamente con otros. La cooperación entre las personas depende de la igualdad ante la ley, de la prueba y error como factor correctivo y así mismo, de la libertad (del mecanismo) de precios que sintetizan información (informa) sobre la escasez relativa de los bienes y su demanda.
6. El florecimiento material depende de la creación de riqueza.
Las personas prosperan cuando producen, consumen e intercambian libremente con los demás. Los intercambios voluntarios permiten a las personas expresar su naturaleza creativa. Convierten las transacciones que pudieran ser juegos de suma cero, donde la ganancia de uno es a costillas del otro, en transacciones mutuamente ventajosas. El florecimiento humano requiere que la comunidad y sus gobernantes respeten los derechos de propiedad privada, la libertad de contratos y el Estado de Derecho. Dichas instituciones potencian la creación de riqueza.
7. Todos los seres humanos son iguales ante la ley.
Recibimos de Dios los dones de la vida, la libertad y la propiedad. La igualdad ante la ley de los gobernados se inspira en la igualdad de todas las criaturas humanas a ojos de Dios Padre. Muchos textos constitucionales coinciden con la tradición judeocristiana en reconocer la propiedad, la vida y la libertad de los hombres, como derechos anteriores y superiores al estado. El principio de subsidiariedad fortalece al estado de derecho por cuanto busca evitar que el aparato gubernamental usurpe aquellas funciones que deben ser desempeñadas por la persona individual y las instituciones que le son más inmediatas, y porque reduce la asistencia estatal únicamente a aquellas instancias en que las personas individuales y las instituciones que le son más inmediatas no han sido capaces de desempeñar las funciones que les son propias.
8. La familia es el fundamento de la sociedad.
La familia es una institución creada por Dios y el fundamento de la sociedad se halla en ella. La familia es una comunidad de personas conformada por padre, madre e hijos. Las sagradas escrituras resaltan la relevancia de la familia: nos instan a honrar a padre y madre y ordenan, a los padres, la enseñanza del amor a Dios, así como a los hijos, la honra de los padres viviendo los principios en que fueron enseñados, como modelo de la comunidad de Jesús que protege a los necesitados, perdona y ama a Dios. Las personas que tienen vocación al matrimonio y a la paternidad reciben el acompañamiento de Dios para honrar el compromiso matrimonial a ser fiel y a honrar y respetar a la pareja elegida, y para formar y educar a sus hijos en el amor y la fe.
9. La cultura configura la vida y las instituciones sociales.
La cultura configura la vida y las instituciones sociales. La cultura es un conjunto de valores, normas y creencias que nos permiten interpretar y comprender el mundo que nos rodea. Las instituciones sociales son aquellas estructuras que organizan y regulan la vida en sociedad. En nuestra opinión, la cultura de la libertad y de la vida produce un orden y una armonía sociales más favorables para el florecimiento humano.
10. El futuro de la civilización depende de la cultura de la libertad.
Si la persona humana tiene un origen y un destino trascendente, entonces un entorno cultural que reconoce esta verdad conduce al florecimiento humano. La cultura de la libertad y de la vida produce orden y armonía entre los miembros de la comunidad, y la familia es la principal transmisora de dicha cultura. Con frecuencia, las personas creyentes entran en tensión con la cultura popular, o la cultura secular, la cual puede alejarnos de Dios, de lo bello y del bien, y suele tomar matices intolerantes. Creemos que es necesario rescatar los valores judeocristianos que constituyen los cimientos de la civilización occidental, incluyendo el valor del pluralismo y el respeto a quienes tienen convicciones diferentes a las nuestras.
¿Qué es el IFYL?
Es un centro que investiga la importancia de la libertad y de la fe en la sociedad actual para promover el florecimiento humano.
Nuestra ubicación
Edificio Medika10, Oficina 912
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